La nueva frontera está aquí precisamente
Detrás
de una trama que orquesta viejos temas[1]
The OA, la nueva serie de Netflix, plantea una fantástica manera de enfocar una
arcaica ambición: ser los arquitectos del destino. Hasta el siglo XX esta
voluntariosa pretensión apelaba a los mantras y palabrería de los gurús de la
autoayuda, pero en este nuevo siglo hay gente que empieza a ver el asunto desde
la más dilatada perspectiva que han trazado los físicos teóricos. El universo
es una constelación de universos. Y no sólo como imagen poética.
El
argumento se arma en torno a una muchacha que tiene una misión: Recuperar el
amor perdido. Inicialmente está orientada hacia el origen, el reencuentro con
el padre, luego su gestión se desplaza hacia el futuro: crear las condiciones
para una unión conyugal en armonía con lo benéfico de la vida. La protagonista convoca a un grupo de
voluntariosos desadaptados e inicia una acción tribal con el objetivo de
encontrar la ruta hacia los diversos universos que pueblan cualquier día
tormentoso. Esto haría viable el ansiado acceso a todo el poder de La
Posibilidad.
El
villano de la serie es un amable científico de ojos muy azules que busca explorar
el territorio que se extiende después de la muerte. La meta de sus estudios de
laboratorio es nada menos que salir de la oscuridad. Para tal efecto los
sacrificios humanos son solo parte de la ley de la vida. Porque la experiencia
de muerte abre portales hacia lo hondo.
En
este nuevo siglo la curiosidad popular por el territorio inexplorado se ha
extendido hacia la iridiscente zona anteriormente propiedad de lo fantástico[2]
gracias a las especulaciones de la ciencia. Más allá del horizonte no solo hay
millones de enigmáticos planetas sino que aquí, en nuestro mundo, invisibles
para el ojo no adiestrado, hay una cantidad cercana al infinito de universos
alternativos. Lo potencial es parte de lo fáctico. Lo potencial es la arcilla
de lo real.
Lo
curioso es que los ciudadanos religiosos quieren creer (con desesperado fervor)
que por medio del poder de la voluntad, y de gráciles rituales propiciatorios, es
posible navegar por el multiverso. Porque tomando habilidosas decisiones sobre
lo potencial esquivaríamos el designio inextricable y diseñaríamos el universo
particular. Solo con una imaginativa manipulación escaparíamos de una percepción
unidimensional de la vida, esa estrecha prisión, y contemplaríamos como lo real
es igual pero diferente. Las religiones tradicionales han tendido siempre a reconfigurar
la mitología. Hoy, para muchos con inquietudes espirituales, los dioses exigen tener
un sustento en la zona donde se aloja nuestro asombro. Y esa zona es, que duda
cabe, el misterioso territorio cuya puerta ha abierto la fría racionalidad de la
ciencia.
[1] La magia; los ángeles; la lucidez
que oculta el delirio; la situación de trauma que genera un secuestro; la
búsqueda de la plenitud; el científico que hace sacrificios humanos buscando
sacar a la humanidad de la oscuridad; la fuerza de la unión; el malo que es
bueno.