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viernes, diciembre 08, 2023

¿Quién les dijo que la vida consistía solo en arrastrarse por la vida?


Ese viernes a las 10:17 a.m. ocurrió algo inesperado
Sin que hubiese ningún presagio
Como una de esas cosas que nunca pasarán y pasan
Nunca nadie nada
Y los medios emitieron el flash informativo
Es un día grandioso para la humanidad
¿Pero qué ocurrió? 
Los cascos azules ya jamás serán desplegados
Los intereses nacionales han dejado de ser interesantes
Y la ceremonia se inició con la destrucción de las alargadas ojivas nucleares
Y el consejero delegado se lanzó desnudo contra el tráfico 
Y de rodillas los tiranos bajaron las escalinatas 
Y los súper villanos hidalgamente entregaron ingeniosos artilugios
Y las granjas de trolls y los ejércitos de bots fueron barridos como plumas al viento
Y los curtidos hombres de prensa gritaron sus preguntas 
¿Pero cómo? ¿Pero qué? ¿Quién cómo cuándo?
¿Dónde?
¿Y por qué ahora? 

¡Y por qué no! 
¡Es justo y razonable equitativo y saludable!

(Qué rápido es posible incluso todo lo absurdo)

Ardieron los corresponsales con las manos muy en alto
¿Y qué colosales cambios se anticipan? 
¿Qué y qué y qué?
¿Se borrará la triangulación narcisista?
¿Se liberará a los atrapados en la visión de túnel?
¿Será eficaz por fin el tratamiento a las mujeres inestables pero fascinantes?
¿Y qué de la crueldad ciega de la materia viva en expansión?
¿Y el cretino integral será inhabilitado de por vida?
¿Y el torturador?
¿Y el conchudo, el abusivo, el pedófilo? 
¿Y el irritable ludita de la industria musical?
¿Y el político corrupto?
¿Y el cortador de árboles, el sicópata? 
¿Y el maldito asesino de ballenas?
¿Y los tontos útiles de la poesía?

¿Y bastará un acto de contrición perfecto sobre la gran roca?
¿O todos serán lanzados hacia lo más hondo? 
¿Y qué de la conciencia ascética y adusta de los benedictinos?
¿Y habrá reparación civil para el intenso amor contrariado? 
Para el abnegado 
Para el bipolar
Para el idealista irredento  
Para el  que siempre evocó la cálida resonancia de la palabra 

¿Y por siempre y para siempre se acabará el dolor de la cadena alimenticia? 
¿Y ya nadie pagará por sexo en los lenocinios industriales? 
¿Y la ansiedad?
¿Y la depresión?
¿Y el  insomnio?
¿Y los episodios de pérdida de memoria?
¿Y emitirán algún tipo de diploma para los que nacieron en el peor lugar posible?
¿Y recibiremos 1000 disculpas por los 100,000 años de misterios gloriosos y dolorosos? 

Y fue así como destellaron todas las pantallas 
Y el insólito holograma se presentó dando allí de beber a las almas perdidas
Oliendo aquí cabezas de niños pequeños
Estrechando allá las manos de los resentidos de siempre
Pellizcando acullá las rosadas mejillas de los furibundos oligarcas

Y a eso de las 3 p.m. se lanzó por fin la página con todas las respuestas 
Y el público rugió como un verdadero animal gigante 
(Y fue solo una la que nos dejo perplejos)
Y la gente optó por tragar una gran bocanada de aire
Y cerrando los ojos se podía ver siempre esa inquietante sonrisa 
Espeluznante
Hasta que salió el sol del nuevo día
En Asia en África en Oceanía 
En Europa y las tres Américas
En el medio oriente 
En el el Ártico y el Antártico
Y la melancolía no fue ya la amante más leal
Ya nadie tuvo que dar gracias ni pedir perdón 
Ya nadie tuvo que jurar que todo está okey
Nunca más nada nunca nada
Y todos lloraron y lloraron en este viejo valle de lágrimas 

Ilustración: Alexander Calder. Two Spheres

viernes, abril 21, 2023

Una cibernética sonrisa vagaba en sus labios


Recuerdo que un escritor peruano tenía una frase que usaba para replicar a los fanfarrones: “Pégame, mátame, pero no me huevees”. Y, más allá de la broma, es muy claro que hay un poderoso estigma contra la mentira. Todos la odian por su capacidad de socavar las bases de la certidumbre. Si uno tiene la certeza de estar haciendo lo correcto en el lugar y en el tiempo preciso todo marcha bien, incluso la alegría. Por eso cuando surge una fisura es el principio del fin. No hay nada más poderoso que la mentira. ¿Pero qué es la mentira?  Es una proposición falsa que solo tiene poder letal cuando la confundimos con una proposición verdadera. Sin embargo hay situaciones en que la mentira no solo no es perjudicial, sino que hasta puede ser un prodigioso instrumento. En su ensayo La verdad de las mentiras (1990), Vargas Llosa afirma que los humanos “somos seres mutilados a quienes ha sido impuesta la atroz dicotomía de tener una sola vida y los deseos y fantasías de desear mil” y que “salir de sí mismo, ser otro, aunque sea ilusoriamente, es una manera de ser menos esclavo y de experimentar los riesgos de la libertad”. La ficción, esa sofisticada mentira, nos permite entonces alzar vuelo. Lo único que necesitamos es simular -temporalmente- que la proposición falsa es una proposición verdadera.

Pero la mentira no es solo la materia de la que están hechas las novelas, las fake news, las argumentaciones a tu pareja y los más taimados chismes. Con la mentira también se puede hacer cosas fantásticas, literalmente. Por ejemplo, el Chat GPT es muy aficionado a decir mentiras. Cuando no sabe cómo responder a alguna intrincada pregunta dice una mentira perfectamente elaborada. ¿Por qué lo hace? Tal vez miente por alguna de las muchas razones por la que mentimos los de carne y hueso. Pero la suyas no son mentiras blancas, porque no creo que le interese evitar herir nuestros sentimientos. Tampoco son mentiras piadosas, la piedad es para alguien que tiene un corazón palpitante. Y es bastante claro que sus torcidas respuestas no parecen mentiras malintencionadas cuyo objetivo sea destruir la reputación de alguien o hacer una oferta con la catedral. Así que podemos concluir que a la maldita inteligencia artificial le encanta mentir, que disfruta tomándonos el pelo. Tal vez los ingenieros sin querer han creado a un niño travieso e irritante o, lo peor, inadvertidamente han sembrado una semilla que puede degenerar en poeta o psicópata. Quién sabe, quizá esa sea la ruta hacia el misterio de lo humano, y pronto tengamos a un super humano haciendo lo que mejor hacen los humanos. Por eso algunos temen que pronto recibiremos nuestro merecido. Pero hay que convenir que a veces la mentira tiene su encanto. En cierta ocasión, en el remoto tiempo de mi juventud, una chica de cuerpo cimbreante me dijo: Miénteme, pero suavecito y al oído. Sin embargo, y para terminar mi participación de esta noche, hay que convenir que en lo referente a los adversarios de la verdad la última palabra la tuvo siempre Luciano de Samósata que, en su Historia verdadera, escribió:  En una sola cosa seré veraz: en decir que miento. Por lo tanto, los que me lean no deben creerme en absoluto.

Ilustración: The New Yorker Magazine.

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