Mostrando las entradas con la etiqueta Cesar Vallejo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Cesar Vallejo. Mostrar todas las entradas

lunes, abril 15, 2024

La herida más hermosa del mundo

El gesto de sorpresa ante el fenómeno de la existencia tiene muchas formas

¿Entre tantas opciones por qué un genio de provincias eligió la interpretación del dolor? 

¿A qué se debe esa audacia magistral que humilla amplias zonas de lo razonable?

¿Por qué esa ilógica reinvención de la belleza?

La respuesta es simple: él sufría un caso grave de hiperestesia

Varios declararon incluso que solía angustiarse por el simple hecho de estar vivo

Pero sobre la faz de este planeta feroz no hay nadie que no tenga alguna herida desgarradora

Es cierto

No hubo no habrá

Pero la de César Abraham Vallejo Mendoza era una herida sobresaliente

Vallejo no sólo miraba de frente sino que también escrutaba de espaldas

Él conocía los cristos del alma

Él sabía lo que es tener marías que se van

Él tenía una idea de la técnica para cocinar águila al vino

Cuando él pensaba en el pasado no pensaba en el pasado 

Él estaba en el pasado

Y él se lanzaba de lleno hacia el futuro con su bien planchado traje gris 

Y él llegaba hasta demasiado allá hasta bien allá hasta donde estamos todos los demás

Pero lo más importante es que el buen Vallejo había sido bendecido por un poderoso procesador integrado en lo más hondo

El poeta recibía todos los datos salvajes y algo daba vueltas vertiginosamente en su enorme cabeza 

Y saltaban esos versos inauditos directo a la estremecida página en blanco

Y mientras ocurría todo eso él comía incluso un pan recién salido del horno

¿Pero por qué un pobre tipo de un pueblo remoto ostentaba una prodigiosa herida en este redondo planeta tierra? 

Sabe Dios

Pero la herida de César Vallejo era una herida que se alojaba en una tremenda coordenada 

Era una herida que estaba en el núcleo mismo de todo lo que se agita

Por eso

Porque esa herida producía el gran dolor

Un dolor parecido a la secreta  y absoluta jaqueca 

Un intenso dolor en el gran hueso fidedigno 

Un dolor  en ese órgano vital que se enciende demasiado

Un dolor  que florece por allá en todo la extensión del terrible acaso 

Un dolor que obliga a vibrar a todas las vocales

Un patético  sentimiento tan absolutamente  fascinante que hasta hace destellar el dorso de una lágrima

viernes, enero 11, 2019

Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos



A principios del siglo XX un muchacho nacido en el norte del Perú comprendió con extravagante serenidad que las palabras contienen mucho más que su significado explícito. Al construir frases no solo se alude a ideas. La palabra se va cargando mientras rueda por la vida de personas -de pueblos, de civilizaciones- hasta convertirse en algo que proyecta una desmesurada sombra, algo ahíto de caprichoso contenido. Hay mucha música, imágenes vertiginosas y harta referencia al estado del alma vibrando en el interior de cada signo. Y, lo más alucinante, es que mucho de ese contenido es contradictorio, soportado solo por una congruencia milagrosamente ilógica que hoy, alguien, podría acusar de evento cuántico. Las palabras son llaves que nos permiten acceso a afiladas astillas del universo. Aquel muchacho comprendió entonces que estas pueden ser instrumentos de una orquesta y que solo hay que cerrar los ojos. Con los precisos movimientos de un inspirado director es posible hacer que resuene un concierto que va mucho más allá del insípido decir.
El muchacho supo así que una estrategia de escritura razonable que apuntase al nítido significado resultaba un obstáculo para la plena expresión. Dejándose llevar por algo parecido al delirio se sumergió en días febriles surgiendo semanas después con un manuscrito que revelaba una insólita belleza. Una belleza adacadabrante. Poniendo en orbita en una misma constelación elementos aparentemente disímiles, (lo triste y lo dulce mezclado con lo feo y lo raro) pudo por fin expresar a cabalidad algo que yacía en el territorio de lo mudo. Y entonces, a pesar de que sus textos estaban también desprovistos de la tradicional cosmética en boga decidió, desafiante, llamarlos poesía.
Su libro, claro, fue recibido con indiferencia, aunque estos poemas aparentemente inextricables encontraron pronto unos pocos lectores que -sin saber como- los entendieron con la emoción del testigo de un milagro. El joven tomó el asunto con natural estoicismo y, pronto, sintiendo que aún le quedaban cosas por hacer, partió rumbo a la salvaje Europa. Murió un viernes. Sin lluvia. Sin sol. Diciendo quién sabe qué cosas.
Ilustración: Jean Dubuffet.

La herida más hermosa del mundo

El gesto de sorpresa ante el fenómeno de la existencia tiene muchas formas ¿Entre tantas opciones por qué un genio de provincias eligió la i...