viernes, diciembre 12, 2025

Un fotón es luz que sale de la oscuridad del átomo


Un día un amigo me dijo que, en el fondo, soy un poeta místico, y que todo ese interés por la ciencia en mis textos es solo el toque que convierte mis poemas en una especie de plegarias paganas del siglo XXI. Y, la verdad, algo de razón tiene. Mucha gente ve el lenguaje científico y tecnológico no solo ajeno, sino hasta enemigo de la poesía. Pero cuando pongo esos metálicos conceptos al lado de imágenes tradicionales o de lo que solemos llamar “lo bello”, se produce un contraste interesante. Salta una chispa que transforma dos formas demasiado establecidas.
En realidad mi trabajo poético está en permanente modo interrogativo. Y una de las grandes preguntas es dónde mierda estoy parado. 
Si me preguntan qué define a nuestra época, podría mencionar cosas como la tiranía del milisegundo, la superposición constante de todo o la famosa “modernidad líquida”. Pero creo que hay algo más simple y más cotidiano: la sorpresa. Nunca hemos vivido expuestos a tantos impactos inesperados, tantos estímulos, tantas noticias, tantos descubrimientos y cambios, y al final todo lo sorprendente se volvió rutina. La gran sorpresa es que seguimos sorprendidos de estar siempre sorprendidos. Ese ritmo lo han hecho posible la ciencia, la tecnología y la manera en que circula la información.
Por eso, sí: de algún modo las ciencias exactas sustentan mi relación con el lenguaje. Me dan un ambiente, un tono, una manera de mirar. Me permiten escribir desde ese lugar raro donde la lógica convive con lo misterioso, donde una ecuación puede llevarte a una emoción y una imagen poética puede salir de un algoritmo. 

Ilustración: Kandinsky. Composición 5.

Un fotón es luz que sale de la oscuridad del átomo

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