lunes, noviembre 07, 2016
sábado, octubre 15, 2016
To bob or not to bob
Lo más interesante del premio nobel de literatura 2016 es la polémica desatada. ¿Es un sacrilegio el reconocimiento de que la música popular puede estar al mismo nivel que la literatura sofisticada? ¿Bob Dylan no necesita el Nobel y perdemos una oportunidad de valorar la ahora tan poco frecuentada poesía escrita? ¿La academia sueca hace estallar el encasillamiento tradicional porque los tiempos están cambiando? ¿Es esta la consagración de la vuelta a los orígenes populares y el principio del fin del elitismo? ¿Es este también un signo del avance del populismo corroyendo la delgada zona amueblada por los intelectualmente correctos? ¿El premio alterará la brújula de la grandeza creativa?
viernes, agosto 26, 2016
La asombrosa historia de los hijos gringos del brichero cinéfilo
Mantenidos en casi absoluto
aislamiento durante catorce años en el piso dieciséis de un edificio de la
parte más pobre de Manhattan, un grupo
de niños aprendieron todo sobre este mundo a través de una colección de films que
llegó a superar los cinco mil títulos. Puras
joyitas del séptimo arte como nutrientes para la mente joven. El sueño realizado
de tantos chicos que detestan las matemáticas y los otros disgustos del aula
escolar. El fundador de semejante régimen fue, aparentemente, un devoto de Quentin
Tarantino. Alegando temores de que sus
vástagos se animasen a probar las drogas que se ofertaban cada día en el
ascensor del edificio (entre otras cosas) impuso reglas muy estrictas. Compensó
su tiránico régimen con dosis copiosas de caramelo para los ojos.
En el 2010 la recién graduada
en la escuela de cine Crystal Moselle (auténtica hada madrina) vio al grupo de
seis chicos (entre 11 y 18) en una de sus iniciales escapadas por una calle de Manhattan. Iban vestidos de
traje y corbata y con lentes oscuros, como la pandilla de Reservoir dogs. No le
fue difícil convertirse en la primera amiga, y pronto los convenció para que le
permitiesen meter su cámara al hacinado departamento. Durante cinco años
registró a la familia Angulo en sus ritos cinematográficos, sus quebrantos, sus
ilusiones y luego, en su progresivo descubrimiento del mundo realmente
existente. El resultado fue The Wolfpack, un documental que ha sido comparado
con Grey Gardens, el maravilloso clásico de los hermanos Maysles.
Este documental tiene además
una sorpresa inesperada. Oscar Angulo, el padre y aprendiz de guru, conoció en
1989 a Susanne en alguno de los muchos caminos que conducen a MachuPicchu. Los
bricheros, ese grupo de peruanos que esgrimen con destreza lo ancestral y lo
mítico como proyecto de vida alternativo para seducir gringas son un fenómeno
sobre el que se ha escrito bastante. Se ha hablado de su desmelenada modalidad
de latin lover, de sus estrategias, de la belleza del buen salvaje, de su habilidad
en la sala de baile, de las innumerables anécdotas bajo la piadosa luna, pero siempre
se les perdía el rastro cuando, finalmente, eran invitados a dejar el Perú para
acomodarse en alguna urbe del primer mundo.
Como es natural, el documental
se centra en la idea de niños cautivos obligados a vivir en un feudo particular,
condenados a ser desadaptados en su ciudad natal, la capital del mundo. Siempre
han resultado intrigantes (e inquietantes) las organizaciones sociales que de
alguna manera implican una negación de lo establecido, de lo prestigioso.
Especialmente si tienen un cierto aliento a tribu perdida. Pero a diferencia de
las sectas de fanáticos religiosos y similares, la tribu de los Angulo gira en
torno al más milagroso de todos los cultos, al único que nos revela a un Dios
omnipresente y que todo lo puede: el cine.
Esto de niños secuestrados es
un tema que recientemente ha sido también objeto de
The room, una lograda película dirigida por Lenny Abrahamson. Aquí Jack, un niño de siete años que solo conoce el interior de un pequeño recinto tiene una visión de la realidad absolutamente determinada por la televisión. Si bien este tipo de casos son malignamente extraordinarios, es inevitable sospechar que, en ocasiones, nosotros también podríamos caer en la lista de sospechosos habituales. Ante el temor a los innumerables depredadores que pululan en las ciudades con frecuencia confinamos a los hijos a un territorio perfectamente delimitado. Los vigilamos electrónicamente en nuestras casas y monitoreamos afanosamente sus excursiones. Los colegios son recintos con altas medidas de seguridad y las ocasionales fiestas exigen la supervisión de un adulto responsable. Y, lo más importante, a través de la fe religiosa, de los compromisos de la clase social, o de alguna peculiar ideología, tratamos de que el rebaño perpetúe las obsesiones del pastor.
The room, una lograda película dirigida por Lenny Abrahamson. Aquí Jack, un niño de siete años que solo conoce el interior de un pequeño recinto tiene una visión de la realidad absolutamente determinada por la televisión. Si bien este tipo de casos son malignamente extraordinarios, es inevitable sospechar que, en ocasiones, nosotros también podríamos caer en la lista de sospechosos habituales. Ante el temor a los innumerables depredadores que pululan en las ciudades con frecuencia confinamos a los hijos a un territorio perfectamente delimitado. Los vigilamos electrónicamente en nuestras casas y monitoreamos afanosamente sus excursiones. Los colegios son recintos con altas medidas de seguridad y las ocasionales fiestas exigen la supervisión de un adulto responsable. Y, lo más importante, a través de la fe religiosa, de los compromisos de la clase social, o de alguna peculiar ideología, tratamos de que el rebaño perpetúe las obsesiones del pastor.
Pero The Wolfpack, al borde
mismo de su tema central, nos ofrece una inesperada sorpresa. Como se sabe toda
gran obra tiene que tener un gran villano. En The Wolfpack Oscar Angulo, el brichero, es el rufián estelar. Odia
el trabajo, se emborracha, le pega a su mujer y mantiene a su familia bajo un
régimen despótico. No hay manera de sentir simpatía por él. Pero de las
resentidas expresiones de sus hijos y de sus escasas, casi furtivas,
apariciones, se puede adivinar el drama. El drama del victimario. Como bien
dice Graham Greene: sólo hay que acercarse lo suficiente a cualquier persona
(cualquiera) para que sea inevitable sentir piedad.
Los bricheros suelen ser
considerados los vividores andinos, pero esa es solo una ocasional perversión. Si
bien estos son una consecuencia del fenómeno del turismo, el espíritu que los
anima es tributario del movimiento hippie en entusiasta fusión con certezas de
algún misticismo incaico. Una de las
características de los bricheros es su carisma, que luego suele evolucionar
hacia la megalomanía. Durante treinta años Oscar Angulo ejerció tal embrujo
sobre su gringa, que esta rompió completamente con padres y allegados. Antes de
afincarse en Manhattan, viajaron por toda USA a la caza de la oportunidad que
realizaría un sueño: ver a Oscar Angulo convertido en un rock star.
A diferencia de otros
inmigrantes que asumen el desarraigo de su tierra natal con valeroso realismo,
el brichero Oscar Angulo no solo fracasó en su intento de colonizar su nueva
patria, sino que, en una asombrosa demostración de delirio o arrogancia,
intentó atrincherarse con las únicas personas para las cuales era un soberano. Lo
que salvó a esta historia de sumarse a esas terribles noticias de sádicos
secuestradores es que este curioso monarca tenía como debilidad el amor por el
cine (y en el cine casi siempre aparece el héroe (o la heroína) para conducir
la historia hacia un final feliz).
The Wolfpack puede verse en Netflix.
lunes, agosto 22, 2016
¿Existe paz para los insensatos?
No
reconozco a mi padre, parece otra persona.
Gonzalo Vargas Llosa
La tragedia de los vitalistas como Vargas Llosa es que les resultan
traumáticos los signos de la decadencia como anuncio de la proximidad de la
muerte. Por eso su respuesta ante esta evidencia fue radical: optó por
reinventarse, mudar de piel, abandonar su entorno, convertirse en otra persona.
Lo paradójico es que en su caso, y a pesar de sus frecuentes alegatos, la
ficción novelística no fue el territorio escogido para su mutación. La realidad
objetiva, ese reino de la insatisfacción, ese enemigo de lo absoluto, ejerció
su indomable magnetismo sobre el célebre escritor llevándolo a una ruidosa
aventura. No en vano Woody Allen soltó aquello de: Detesto la realidad, pero
hay que reconocer que es el único lugar donde se puede conseguir un buen
bistec.
Vargas Llosa prescribe la ilusión como el medicamento infalible para no
morirse demasiado tiempo antes de la hora del sepelio. La vida es una aventura
y cuando la aventura se vuelve rutina se extingue la exaltación, la emoción, la
excitación.
¿Pero qué pasa cuando el viejo traje de campaña está demasiado raído?
Ese es el momento en que la gente levanta ilusionadamente esa ocurrencia que
asegura que la juventud está en el corazón. Y estos, orgullosamente, optan por
ignorar la fea evidencia que muestra que el corazón es parte indivisible de un
sistema que incluye otros órganos menos emocionantes. Si un adulto mayor quiere
ignorar su condición natural y opta por vivir a la altura de juveniles
ambiciones muy probablemente solo podrá sostener esa ilusión hasta el día en que,
finalmente, llega la hora de precipitarse en una patética confrontación. Se
encontrará entonces desarmado y con la conciencia de una derrota aplastante.
Pero hay que reconocer que el aventurero empedernido prefiere morir en cruenta
batalla antes que resignarse al tedio de unos pacíficos años crepusculares. Los
vitalistas siempre han asegurado, con los dientes apretados, que más vale una
noche de dionisíaca intensidad que largos años de hastío confortable.
Los guerreros de la vida, como auténticos adictos a las emociones, no se
sienten a gusto en la zona protegida. No saben manejar la paz y son consumidos
por el desasosiego. Paradójicamente la paz les resulta peligrosa. Sin embargo, muy probablemente, en lo profundo de las aguas
escarpadas de la intensidad se levanta una columna de luz, un deslumbramiento,
un estado febril, que es el estado donde por un instante todo encuentra su armonía.
Ese es quizá el verdadero y peculiar momento de paz de los insensatos.
Posdata: Giovanna Pollarolo ha explorado el tema en su última novela: Toda la culpa la tiene Mario (Planeta, Lima 2016)
miércoles, junio 08, 2016
Obras completas del Inca Garcilaso de la Vega
ACERCA DE ESTA EDICIÓN
por Carlos Araníbar
En el año 2005, a iniciativa de mi excelente amigo el poeta Alonso Ruiz Rosas, surgió la idea de recopilar todos los escritos existentes del historiador cuzqueño Garcilaso de la Vega y llevar a cabo una primera publicación peruana de su obra completa. La idea, por donde se la mirase, parecía en esa ocasión algo quimérica. Sin embargo, el atrevido proyecto fue acogido con generoso entusiasmo por Bernardo Roca Rey Miró Quesada, entonces director general de publicaciones del diario El Comercio, que brindó el auxilio de un equipo colaborador puesto a mi disposición para seleccionar, transcribir y conferir las mejores versiones existentes de los textos originales de Garcilaso. Con tal ayuda y otras similares fue posible culminar el proyecto a marchas forzadas, pero tan justo a tiempo que solo se pudo presentar un tiraje preliminar de doce ejemplares de la primera edición peruana de las obras completas de Garcilaso en la XIX Feria Internacional del Libro de Guadalajara (noviembre, 2005).
Con el propósito de alcanzar una mayor cantidad de lectores, habíamos decidido entonces que toda la obra del historiador cuzqueño fuese modernizada de acuerdo con las rigurosas pautas académicas que se estilan para antiguos textos histórico-literarios. Tal operación, en esencia, no es sino actualizar ortografía, tildación y puntuación, redistribuir párrafos muy extensos y reemplazar por sus equivalentes actuales los arcaísmos, locuciones obsoletas y cultismos desusados, sin agraviar al original con adición u omisión de vocablos. Me ocupe en hacerlo según criterios que ahora vuelvo a exponer.
A una década de esos esforzados afanes y prisas, hoy llega a un público harto más numeroso esta edición en tres volúmenes auspiciada por el Ministerio de Relaciones Exteriores a través de su Centro Cultural Inca Garcilaso. A partir del esfuerzo preliminar de 2005, se ofrece aquí la versión final de nuestro propósito, con una nueva revisión de los textos originales.
Esta edición contiene toda la obra conocida de Garcilaso, incluidos sus libros mayores -Diálogos de amor de León Hebreo, Comentarios reales, La Florida del Inca-, como también sus piezas menores y textos aislados -la Relación de la descendencia de Garcí Pérez de Vargas o las cartas que halló y dio a conocer el filólogo cervantista e investigador Eugenio Asensio. Cada uno de los textos va precedido por una sucinta explicación de su carácter y contenido.
En el caso de su obra cardinal, los Comentarios reales, se incluyen las versiones íntegramente revisadas y actualizadas del glosario y las notas de una edición que hace muchos años prepare para el Fondo de Cultura Económica (1991). La Relación de la descendencia de Garcí Pérez de Vargas lleva a su vez un centenar de breves notas finales, en razón de que esta obra nunca fue anotada en publicaciones anteriores. Por último, a la edición que el lector tiene entre manos la enriquece el estudio biográfico-crítico de Aurelio Miró Quesada Sosa, uno de los más connotados garcilasistas del siglo XX.
Hay escritores representativos cuyas obras, encardinadas con el espíritu y la evolución de un pueblo, transmiten y sintetizan una imagen nacional y colectiva que con el paso del tiempo gana clásica solera que no se desgasta ni deteriora, como Virgilio, Dante, Rabelais, Shakespeare, Cervantes, Goethe, Tólstoi. En esa selecta tribu literaria de narradores de ilusión se inscribe a pie firme nuestro Garcilaso, que en Comentarios reales entremezcla los viejos textos históricos en boga -Ias crónicas de Blas Valera, Cieza, Gómara, Zárate,que el estilista mejora y renueva- con notas y observaciones testimoniales y con proustianos recuerdos de infancia y adolescencia en el Cuzco y nos lega la amable y dorada visión de una antigua sociedad ideal de los incas del Perú. Más no lo hace en áridas páginas de una penosa historia erudita que pretenda hablar a la razón, sino en un colorido y vivaz caleidoscopio que, como en una suerte de confidente memoria familiar de un pasado remoto, nos obsequia cariciosas imágenes que parecen hablar al corazón.
Próximo a cumplirse 400 años de la muerte del historiador cuzqueño, esta edición de su obra completa aspira a pagar, siquiera en pequeña parte, la deuda que nuestra patria ha contraído con un personaje-símbolo que es, por consenso, el más excelso prosista que ha habido en el Perú y el más leído de nuestros escritores.
Lima, diciembre de 2015
martes, mayo 17, 2016
Macbeth
y los problemas de (querer) ser un ganador
Macbeth, como muchos
personajes de Shakespeare, ha permitido a los exégetas ejercitar su imaginación,
y las interpretaciones se aglomeran. Una manera muy contemporánea (y por tanto inevitablemente
frívola) sería ver a Macbeth como un whannabe, alguien que, a pesar de sus
logros heroicos se siente un luser, un perdedor, porque no ha alcanzado la cima. Ese tipo de
personas se convencen que el destino los obliga a un éxito manifiesto, y venden
este sueño, especialmente a la hora de conquistar a su pareja. Luego, cuando la
relación se consolida, la frustración se enciende por el lado de la mujer que,
como lo prescribe cierta tradición (detrás de todo gran hombre…), lo aguijonea con
ferocidad para que “sea un hombre” y elimine los obstáculos en su ruta hacia el
verdadero éxito. En la obra Lady Macbeth es un personaje visiblemente
subordinado, complementario, diríamos, a pesar de su impresionante demostración
de fuerza. Su posterior suicidio podría incluso interpretarse como la primera
materialización de la inconsistencia del proyecto de Macbeth (antes del categórico
acontecimiento final).
¿Pero por qué fracasa Macbeth?
¿Por qué no logra ser un triunfador? En la obra de Shakespeare las visiones de
sus crímenes se hacen tan objetivas que afectan la percepción de su entorno,
enajenándole el favor de sus seguidores. De una u otra manera todos “huelen” la
debilidad de la situación y abandonan a un personaje con una defectuosa
percepción de la realidad, uno que está arrogantemente convencido de ser el
elegido para la invulnerabilidad.
El wannabe solo puede alcanzar
su efímero triunfo en el resbaladizo territorio de la manipulación de la
verdad. La lucidez, entonces, no será la causa de su ruina, sino la simple y violenta irrupción de las consecuencias de cada decisión tomada. La
verdad se abre camino con minuciosa consistencia porque es una fuerza de la
naturaleza. Y las ilusiones rotas se transfiguran en simples imágenes del
sonido y de la furia.
2
La mirada de Shakespeare es
tan vasta que a pesar que sus obras están centradas en temas vigorosos (como el
ansia de poder, la lujuria y las pasiones que hacen notorio el drama del humano
y su desafío vital), al final uno tiene que concluir que su objetivo último no
es lo extraordinario, sino que escudriña en aquello que yace en el alma de todo
humano. Lo ordinario contiene lo real y lo potencial. Lo ordinario encierra en
su seno rebosante todo lo extraordinario. Y Shakespeare utiliza el estruendo y el
furor de lo tremendo para desenmascarar la comarca aparentemente rutinaria del
ser.
El gran tema de Shakespeare es
el alma humana como una pieza de recambio en una máquina cuyo objetivo se nos
escapa. En el duelo endémico entre el ser humano y el destino estamos
condenados a una peculiar forma de ser derrotados: ser cómplices de nuestra derrota.
La marea del destino es implacable y solo podemos sobrellevarla navegando sobre
la mentira. La conciencia visionaria de la arrolladora maquinaria nos hace luego
cómplices de esta.
"Ten cuidado con lo que
deseas porque se puede convertir en realidad" afirmaba Oscar Wilde. El
problema de conseguir lo que se codicia es que en el mismo instante en que se
posee algo se enciende una interrogante sobre el sentido de lo logrado y,
simultáneamente, se abre paso la angustia de perderlo todo. Lady Macbeth afirma:
Nada se gana, al contrario, todo se pierde, cuando nuestro deseo se realiza sin
satisfacernos. ¡Vale más ser la víctima que vivir con una alegría preñada de
inquietudes! Por otro lado se plantea el dilema de sí es más importante el
presente, que tiene una caducidad previsible, o el futuro, que se extiende más
allá de nuestro entendimiento, en una zona donde podemos fantasear con lo
imperecedero.
Macbeth es carcomido por la
conciencia de lo fugaz de su triunfo. En el primer momento Lady Macbeth lo
desafía a usar su libre albedrío para ser un protagonista activo en la
culminación de un designio señalado. En el segundo momento pretende usar
nuevamente su libre albedrío, pero esta vez en la dirección contraria, con la
pretensión de alterar este destino.
El libre albedrio, lo soberano
de la voluntad, es el rasgo distintivo del ser humano, y por eso lo ubica como
un ambiguo engranaje que puede ser al mismo tiempo de afirmación y de negación.
Macbeth (y Shakespeare) es un escéptico de las certezas y se asombra de la
danza entre el sí y el no. Dice: “Nunca he visto un día tan feo y tan hermoso
como este”.
Macbeth comete un acto que no
quiere realizar (incluso con la conciencia que será efímero) impulsado por una
engañosa formulación de la verdad. La verdad puede ser el camino más
contundente hacia la mentira. Al salir de la trampa su lucidez se abre camino y
Macbeth (como en su momento Hamlet) contempla la existencia humana con una
perspectiva de implacable profundidad. Entonces
recita:
Mañana, y mañana, y mañana
Se arrastra con aturdido paso
día tras día
Hasta alcanzar la sílaba final
del tiempo consignado.
Y las imágenes de cada ayer
hechizan a los tontos
En la ruta hacia la muerte
polvorienta.
¡Apaga esa luz! ¡Apaga esa
luz!
La vida es la confusa
proyección de una sombra
La vida es ese patético actor
que recita, se arrebata y
contonea
y luego hace mutis por el
foro.
La vida es una historia
narrada por un idiota
llena del sonido y de la furia
y que nada significa
En otra escena Macbeth
redondea el asunto:
Comienzo a hartarme de sol y
ansío que ahora
se haga pedazos la máquina del
universo.
sábado, marzo 12, 2016
Ni loco
La sanidad mental no está en no tener ninguna herida mental sino en arrancarles el veneno, en aprender a conducirse con todo eso que atormenta. Las cicatrices a veces supuran, hay que aceptarlo. Solo hay que evitar que el efecto corrosivo del dolor violente las zonas vitales. Una buena terapia en realidad no puede pretender una cura, sino más bien el desarrollo de una estrategia de sobrevivencia. Una coexistencia pacífica con los seres sombríos que nos pueblan, con los ángulos filosos de nuestro ser, con los hilos enredados en el tejido de nuestros días. Estos con frecuencia son, después de todo, los más vigorosos instrumentos para definir nuestra singularidad.
domingo, enero 03, 2016
Causas naturales
Somos seres abstractos
Lo concreto es demasiado para nuestra pobre colección de neuronas
El mundo natural es inaccesible para nuestra mente
Creamos imágenes e ideas
Una versión sintética del puente que cruza el río
Una incierta visión de aquel anciano de agobiado tórax frente al atrio
de la catedral
Un dibujo a lápiz de la mujer que empezamos a amar aquella mañana soleada
Una genérica interpretación de la multitud agolpada en el primer piso
del edificio
Un alucinante torrente de turistas que exhiben sus blancas pantorrillas
Y la imagen siempre inexacta de mi padre que se fue sin que yo pudiese
decirle
Padre mío, padre mío
Duele
eso de ser tan estúpidamente abstracto
viernes, octubre 16, 2015
Algo más profundo que el vino
Graham
Greene decía que si uno observa con la debida atención a una persona -cualquier
persona- es inevitable sentir piedad.
En ese orden de cosas si un poeta -cualquier
poeta- se observa a sí mismo con la usual atención, resulta inevitable que este empiece a convencerse que él –nada menos- es un integrante de la
especie de los genios.jueves, agosto 20, 2015
Los besos escritos son bebidos por fantasmas
La facilidad de escribir
cartas tiene que haber traído al mundo -considerado desde un punto de vista
exclusivamente teórico- una terrible perturbación de las almas. Porque es una
relación con fantasmas -y no sólo con el fantasma del destinatario, sino
también con el propio- la que se va gestando bajo la mano que escribe, en esa
carta y, más aún, en una serie de cartas de las cuales una corrobora a la otra
y puede apelar a ella como testigo. ¡A quién se le ocurrió que la gente puede
mantener relaciones por correspondencia! Uno puede pensar en una persona
ausente y puede tocar a una persona presente; todo lo demás supera las fuerzas
humanas. Pero escribir cartas significa desnudarse ante los fantasmas, cosa que
ellos aguardan con avidez. Los besos escritos no llegan a destino, son bebidos
por los fantasmas en el camino. Y esa abundante alimentación hace que los
fantasmas se multipliquen en forma tan desmesurada. La humanidad lo percibe y
lucha contra eso; para eliminar en lo posible todo lo fantasmal que se
interpone entre los hombres y para lograr una comunicación natural, para
recuperar la paz de las almas, ha inventado el ferrocarril, el automóvil, el
aeroplano. Pero ya es tarde; es obvio que esos inventos han surgido en plena
caída. La otra parte es mucho más serena y fuerte: después del correo inventó
el telégrafo, el teléfono, la telegrafía sin hilo. Los fantasmas no morirán de
hambre, pero nosotros sucumbiremos.
(Franz Kafka. Cartas a Milena.)Ilustración: Kim Sung Jin
martes, agosto 18, 2015
La mandíbula de Westphalen
Durante mi primer viaje a Roma, en 1974, tuve al mejor
guía que uno pudiera concebir. Onassis no habría sabido pagarse un cicerone de
esa calidad. Porque el agregado cultural de la embajada del Perú era Emilio
Adolfo Westphalen, a quien había frecuentado el año 70 en Lima. Emilio, gran
poeta, hombre de la rica y mal conocida vanguardia estética sudamericana, era
también un latinista y un enamorado de la historia de Roma. Caminamos por las
viejas piedras capitolinas y me habló con emoción de Julio César, de los poetas
Horacio y Virgilio, del emperador Augusto, de muchos otros. Conocía de memoria
los lugares claves, las grandes encrucijadas. El poeta hablaba con una curiosa
vacilación, con un temblor erudito y lírico, y los datos, los versos, los
maravillosos encuentros de personajes, se iban desgranando a lo largo del
paseo, que recuerdo como uno de los mejores de mi vida. Al final entramos a una
trattoria que él conocía bien, me parece que en el barrio del Trastevere, y
devoramos unos tallarines sencillamente inolvidables. A Emilio le chorreaba la
salsa, no sé si de pesto, carbonara, bolognesa, y la mandíbula le temblaba de
felicidad pura.
(Jorge Edwards. La muerte de Montaigne. Tusquets 2011)
lunes, agosto 17, 2015
Oración del organismo unicelular
Quiero inventar un Dios para elevar una oración
Un Dios que todo lo pueda y esté en todo lugar
Un Dios que crea que el destino de un ser unicelular
es tan importante
como ese proyecto inescrutable que todo dios están obligado
a emprender
Un Dios tan grandioso que no necesite creer que
así como el cielo se alza por encima de la tierra
así sobrepasan sus caminos
a los microscópicos caminos
de nosotros
los organismos unicelulares y etc.[1]
Ilustración:
Spencer Tunick.
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