Thomas Montgomery había cumplido 46 años sintiendo que un error en alguna parte traicionaba su existencia. Thomas Montgomery vivía en Clarence, New York, tenía mujer, dos hijas y un sólido empleo, pero su vientre empezaba a formar una curva detestable y su roja cabellera empezaba a adelgazar. Así que un buen día decidió corregir el error. Anunció entonces (a sí mismo) que en él en realidad ostentaba un cinturón negro en karate, que tenía un par de azules cicatrices de bala en la pierna derecha (recuerdo de alguna épica batalla) y que disponía de una saludable verga de 22 centímetros. Pero lo más importante de todo, decidió que se llamaba Tommy, que era marine, y que recién había festejado su cumpleaños número 18. Luego de alcanzar esa revolucionaria resolución se dirigió a su computadora e inició una nueva vida. Allí, entre los tumultuosos foros y salones de Chat, encontró a su alma gemela, TalHotBlondbig, una chiquilla de West Virginia, cuyo nombre, como descubrió más tarde, era Jessica, y que parecía vibrar con sus ansiosos 17 añitos.
El asunto es que Jessica y Tommy cultivaron una ávida comunicación digital (y eventualmente telefónica) durante varios meses hasta alcanzar una cumbre pasional. Ambos parecieron llegar a esa situación en que la vida es fisiológicamente imposible si el otro no digita la palabra precisa en el último mail del día. A esas alturas, en otro estrato de la realidad, el viejo Thomas Montgomery comprobaba cada día con alarma que todo en su hogar y trabajo era triste y lamentable. Es por eso que confidenció a algunos de sus compañeros que iba a abandonar a su mujer y a trasladarse a West Virginia. Porque allí estaba la verdadera vida. Su cónyuge, que hasta ese momento había optado por aceptar cansadamente los argumentos de una supuesta crisis existencial, comprendió que era hora de empezar una de esas astutas pesquisas femeninas que todo lo descubren. Y entonces, luego de un primer momento de estupor e incredulidad, decidió cortar por lo sano. Le escribió a Jessica adjuntando amplia evidencia. Al enterarse del engaño Jessica pareció derrumbarse. El tráfico en la red se intensificó con textos que luego serían requisados por las autoridades competentes. La vergonzosa conducta predatoria de Thomas Montgomery se hizo pública. Pero Jessica no desapareció castamente de la pantalla. Impulsada quizá por un ánimo de revancha, transmitió sus penas a Brian Barrett, un estudiante de 22 años del Buffalo State College, con el que –una cosa lleva a la otra- pronto alcanzó un cierto nivel de intimidad digital. Pero por desgracia (y típicamente) simultáneamente continuó en contacto con el viejo Thomas Montgomery, tal vez sintiendo que Tommy, el amor de su vida, en realidad sí existía, que el verdadero Tommy palpitaba más intensamente que nunca dentro de Thomas Montgomery. Pero como es previsible pronto se apoderó de la situación el tortuoso pathos del triángulo amoroso, con su carga de resentimiento y celos, gritos y aullidos. A pesar de todas sus promesas Jessica no parecía saber como encontrar la correcta alternativa, no parecía tener el valor para tomar una decisión y aceptar las consecuencias. Así que fue una vez más el viejo Thomas Montgomery el que resolvió que había que había llegado la hora de la acción. Y entonces el 14 de septiembre de 2006 apagó su computadora y, luego de algunas pesquisas, buscó a Brian Barret en un estacionamiento, y descargó la pistola que todos los norteamericanos tienen al alcance de la mano.
Cuando la policía inició las investigaciones salieron a la luz todos los pormenores de esta terrible historia de amor. Pero el detalle más inquietante se reveló sólo cuando el detective J. L. Kirk se dirigió a West Virginia y descubrió que la hechizante Jessica tenía en realidad 45 años, estaba casada y era algo rolliza. Al enterarse el viejo Thomas Montgomery sintió seguramente lo que sienten todos los amantes frente a una relación definitivamente imposible. Que el verdadero amor existe, pero que no es de este mundo.
(Publicado en Obra Reunida. Oswaldo Chanove. Biblioteca Arequipa 2012)