Leí un libro y noté con angustia que al final se descubre que yo liquidé
a la víctima. Que borré mis huellas. Que arrojé a las aguas del río la barra de
acero. ¿Pero quién mierda era esa atormentada persona a la que ayudé a llegar a su imprescindible
final?
La herida más hermosa del mundo
El gesto de sorpresa ante el fenómeno de la existencia tiene muchas formas ¿Entre tantas opciones por qué un genio de provincias eligió la i...
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Edmundo de los Ríos fue uno de esos enigmáticos escritores con una obra excesivamente secreta. Tal vez eso tiñó su destino. Tal vez su te...
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A pocos metros de la calle Puente Bolognesi, entrando al antiguo callejón del Solar, quedaba la picantería El Gato Negro. Fue la primera p...
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La mujer abrazó su pierna y posó su rostro sobre la preciosa rodilla. Quería echarse a llorar. Con lágrimas lentas. De cristal. Quería ec...