miércoles, diciembre 20, 2017

Ménage à trois

A los treinta me tocó amar a una mujer que por coincidencia también me amaba bastante. Siempre estábamos a la caza de momentos perfectos.  Era un día azul y soleado en la playa de Mollendo. Teníamos música. Un sauvignon blanc Santa Emiliana muy frío. Teníamos queso y jamón. La estrella era, sin embargo, un salmón ahumado que ubicamos en una mesa baja, a un costado. Brindamos una y otra vez y cuando, hambrientos, buscamos el pescado, notamos que, justo ahí, un maldito perro callejero se relamía radiante. Vacilamos sólo un instante antes de soltar la carcajada. Después de todo los tres éramos completamente felices.

Libre como un barco perdido en el mar

Durante la segunda mitad del siglo XX, Per Tangvald navegó los océanos como si fueran extensiones naturales de su alma. Los conocía con la f...