Como
es de conocimiento público la actividad de poeta no ofrece
abundantes beneficios. Simplemente no hay dinero de por medio. Por
otro lado, la embriaguez de poder es imposible, porque nadie acata
ordenes del género lírico. Lo que si parecen apreciar los bardos es
la bendita fama. Y eso tiene sentido ya que el viejo Woody asegura
que la masturbación es legítima, porque es sexo con alguien que uno
ama.
¿Pero
qué piensan los poetas en su lecho de muerte? ¿Valió la pena ser
clasificado con los demás monstruos de la sociedad? ¿Escribir EL
POEMA es la meta que lo justifica todo? No creo. Especialmente porque
la verdad es que a pesar de lo que afirman los optimistas nunca nadie
ha escrito EL POEMA. Los grandes poetas se han acercado, es cierto,
pero es imposible triunfar en la profesión de poeta. Especialmente
porque la poesía no es una profesión. La poesía es una aventura.
¿Dónde está entonces la felicidad de los poetas? Algunos piensan
que son como esos pastorcitos que vieron a la virgen y que cada nuevo
día se avivan con la esperanza de volver a ser bendecidos. Tal vez.
Pero lo que si parece claro es que la emoción es lo interesante en
este arduo oficio. O sea la dicha está no tanto en el poema final,
sino en el ejercicio de la cotidiana caligrafía tratando de hilvanar
alguna expresión valedera ante todo ese pasmo. Porque no se puede
ser poeta a ratos. Aunque a ratos no se puede ser poeta.