martes, octubre 02, 2012

Cabello de Ángel




Se ha comprobado que el olor de la santidad es una mezcla de membrillo y rosa. Por alguna razón tendemos a asegurar que no hay nada más exactamente dulce que la repostería de las monjas. Su castidad y sus vínculos con todo lo celestial es seguramente el misterioso ingrediente que hace más aéreo a todo ese trigo y a toda esa miel. Pero el toque mágico es la insospechada aparición del humor entre esos muros de clausura. Porque francamente hay que estar marcado por una cierta sonrisa para bautizar a una empanada de hojaldre rellena con crema pastelera como “Barriga de monja”, o llamar “Huesos de santo” a unas varitas de almendras y azúcar. La receta de las “Virutas de San José” y del “Flan de cerezas de la Ascensión” debe haber sido producto de una gozosa revelación. Mención aparte merecen los benditos “Pingüinos”. En Arequipa los monasterios de Santa Catalina y Santa Teresa son los que desde tiempos virreinales desarrollaron esta tradición que se remonta hasta la Europa de la Edad Media.
Ilustración: cocina del Monasterio de Santa Teresa en Arequipa.

Los últimos 10 años

No sé muy bien que he hecho en los últimos diez años Lo que sí tengo claro es lo que no hice No he ganado una suma exorbitante en la loterí...