Cabello
de Ángel
Se ha comprobado que el olor de la santidad es una mezcla de membrillo y
rosa. Por alguna razón tendemos a asegurar que no hay nada más exactamente
dulce que la repostería de las monjas. Su castidad y sus vínculos con todo lo
celestial es seguramente el misterioso ingrediente que hace más aéreo a todo
ese trigo y a toda esa miel. Pero el toque mágico es la insospechada aparición
del humor entre esos muros de clausura. Porque francamente hay que estar marcado
por una cierta sonrisa para bautizar a una empanada de hojaldre rellena con
crema pastelera como “Barriga de monja”, o llamar “Huesos de santo” a unas
varitas de almendras y azúcar. La receta de las “Virutas de San José” y del “Flan
de cerezas de la Ascensión” debe haber sido producto de una gozosa revelación. Mención
aparte merecen los benditos “Pingüinos”. En Arequipa los monasterios de Santa Catalina y Santa Teresa son los que
desde tiempos virreinales desarrollaron esta tradición que se remonta hasta la
Europa de la Edad Media.
Ilustración: cocina del Monasterio de Santa Teresa en Arequipa.