jueves, agosto 01, 2019

El rostro está en la parte superior del cuerpo



Las personas bellas merecen vivir
Las personas bendecidas con la ruleta de los genes pueden copular 
La belleza es nostalgia por garabatos de despiadada simetría
La belleza se construye en un desván atiborrado
La belleza es un trueno, el umbral, una hoja de laurel
El cuerpo es el estambre
El buque insignia de la patria
El cuerpo es el refugio del núcleo ígneo 
El cuerpo deja escapar vapor esporas cierto tipo de silencio
El rostro, en cambio, lanza la nariz hacia adelante
El rostro ha inventado los ojos bajo las pestañas
Ha pulido una frente que es la llanura de todos los enigmas
Y con los labios el rostro forma la boca
Esa boca que relata los incidentes de la faz de la tierra
Las peripecias de cada océano

No hay nada más trascendente que un rostro curtido por el viento 
Porque el rostro es un código biológico que se lee involuntariamente
Es ese que declama  
Es el paquete publicitario que ofrece los buñuelos 
Es el que habla sobre temas como el estado del tiempo
Y la fertilidad
El rostro es un cazador en esmerado camuflaje
El rostro es el que contiene la fórmula de toda la hermosura  
Pero cuando cae un rayo de sol queda solo un triángulo desnudo
El triángulo de ojos nariz y boca es horriblemente primordial
Las cifras del destino de cada humano están escritas en esa forma geométrica
Porque la violenta importancia de la belleza convierte a todos en infortunados 
Porque la belleza es capacidad de síntesis
Y la síntesis es el menos generoso de los métodos
Y la síntesis es la implacable rutina de ese fenómeno que está aquí 
Frente a mis ojos espantados

Publicado en Sibila 56 Revista de arte, música y literatura. Sevilla, Octubre 2018

lunes, julio 01, 2019

La mejores imágenes de la semana



Liberan una paloma en el sepelio de lideresa social asesinada en Cauca, Colombia

La capitana de un barco con 42 inmigrantes es captada frente a las costas de Lampedusa, Italia, justo antes de ser intervenida

Con las manos en la cintura un agente evalúa los daños de dos atentados suicidas en la capital de Túnez
Una oveja observa al fotógrafo tras un incendio forestal en Tarragona, España
El resplandor de las velas ilumina el rostro de varias activistas en Clint, Texas
Una gran nube de ceniza se alza sobre las islas Curiles
Las parejas de líderes del G20 posan para una foto familiar en Osaka, Japón
Un adolescente llora en medio de la multitud que festeja el inesperado triunfo de la selección peruana
Una cuidadora aplica protección solar sobre el lomo de un tapir, en Hodenhagen, Alemania
Abdul Bajandar, El hombre árbol, afirma que quiere amputar sus miembros para aliviar tanto dolor
Una manifestante argelina lanza un grito contra las fuerzas de seguridad
La canciller alemana vuelve a sufrir extraños temblores a primera hora de la mañana
Dos hombres de apretada barba se besan ignorando los trabajos de limpieza tras la verbena de San Juan
Poderosos explosivos hacen volar por los aires el puente Morandi en Génova, Italia
Un gran cráter aparece en un campo de maíz en Halbach
Aviones de combate colisionan en Mecklemburgo Pomerania Occidental
El presidente de los Estados Unidos muestra un documento con su firma gigantesca
En las afueras de Zhezkazgan personal de tierra ayuda a Anne McClain, recién llegada de más allá de los confines del planeta tierra
Un individuo yace con el rostro hundido en el río Bravo
Su niña bonita escondida entre sus ropas
Foto: Julia Le Duc

lunes, junio 24, 2019

Melodía del árbol caído



Un filósofo callejero que prefiere mantener el anonimato afirma no solo que el cielo existe, sino que sabe cómo funciona. Aparentemente, luego de que uno recibe la extremaunción y es ubicado bajo tierra, el alma, confundida, divaga en el escenario de sus cuitas. Más tarde, quizá un par de días después, todo desaparece. Es un momento extraño, quizá solo un segundo, donde el alma flota en un vacío metafísicamente absoluto. En la siguiente etapa, alguien, quizá un ángel, invita a la bendita ánima a proponer una escena, algo de una duración equivalente a un corto cinematográfico.  La mayor parte de las personas eligen, claro, el momento más feliz de su vida. Abundan los guiones románticos y eróticos, pero se incluyen también situaciones de exaltación del ego.  Otros, los raritos de siempre, escogen situaciones menos previsibles. Un sujeto, por ejemplo, pidió que se consigne el momento en que cada noche recostaba la cabeza sobre su almohada, nada más. Otro propuso que, de todas maneras, se incluyera a su bicicleta marca Hércules. No faltó, por supuesto, el que dibujó una ventana, un sofá reclinable, y los dos tomos de Don Quijote de la Mancha. En fin, todos los que llegan a ese estadio son libres de escoger lo que se les venga en gana. Porque, como solemnemente anunció el ángel (con las blancas alas desplegadas), el paraíso es la repetición, sin la más leve traición, de la escena escogida. Una y otra vez. Un millón de veces. Un millón de millones de ciclos.

Debo confesar que no valoro demasiado mi amistad con el mencionado filósofo callejero, a pesar de que ocasionalmente se hace presente con una botella de algún licor.  Parece convencido que sabe algo que los demás ni nos imaginamos. Cree que tiene algo que los demás jamás tuvimos ni tendremos. Y no me cuesta nada asegurar que su idea del paraíso suena bien, pero es bastante estúpida. Si algo se repite exactamente da lo mismo que se repita durante todo el infinito o no se repita nunca. Porque cuando vivimos una situación, inevitablemente sentimos que es única. Si tenemos conciencia que estamos en la repetición de una escena anterior ya no es una repetición, sino un novísimo fenómeno, algo que peligrosamente podría ser más o tal vez menos fascinante que lo anterior. El paraíso entonces, para mi viejo amigo, sería un lugar donde la felicidad estaría atrapada (vibrando) en un instante en medio del infinito. Algo equivalente a un bizarro número uno multiplicándose tercamente por sí mismo. El paraíso sería entonces una manera de la dicha que, hay que decirlo, ya todos hemos olvidado varias veces.

miércoles, junio 19, 2019

Nunca se puede estar seguro que uno no es igual a cero




La magnitud del espacio y del tiempo excede nuestro entendimiento. En las últimas décadas los científicos nos han machacado que es prácticamente imposible que el accidente que produjo la vida no haya sucedido en alguna otra parte. ¿Pero qué pasaría si lo imposible fuese lo verdadero? ¿Qué pasaría si un día nos llega la irrefutable noticia que nunca en ningún otro lugar de eso llamado infinito estalló el fenómeno llamado vida? ¿Qué pasaría si tenemos por fin la certeza que somos un error no demasiado grave?

Ilustración: Karel Apple

martes, junio 04, 2019

¿Por qué hay tantos poetas?



a Archibald Macleish



El significado ha adulterado el significado
La roca viva yace inconsciente
El reloj en este minuto
Es solo exacto

¿Por qué yacer hoy sobre el viejo colchón?
¿Por qué yacer con la boca repleta de gerundios?

Piedras gigantes permanecen este preciso día
Bajo el gran templo del Cusco
Y nadie pronuncia ya
La palabra de siete ángulos
¿Acaso la piedra tan sobada está tan solo bajo el sol?

Imponer forma a las ruinas
De lo anteriormente exacto
Es exactamente
Eso


El ala se agita y al moverse
Lo propone
Todo

Hordas de poetas
Significan
Sal
Tanta sal

Y el encrespado movimiento

jueves, abril 25, 2019

Todo sitio es a veces ningún sitio


Cesare Pavese dice
Que viajar es una mierda
Qué te obliga a hablar con  extraños
Que es inevitable desconectar 
El cableado (de la asistencia vital)
Qué estás todo el tiempo 
Verificando 
Documentos personales
Sobre nubes
En inquietos callejones
En gigantescos food court
Recordando que olvidaste 
Algo bajo un árbol dibujado
Y que nada tiene nada tiene
Que nunca nada todo
Salvo las horas 
El aire 
Los sueños 
El mar
Y la luna
(Esa malvada luna que siempre está 
Asomando por ahí)

Ilustración: Paul Klee. Mask with little flag.

sábado, abril 20, 2019

¿En qué piensas?



En nada. Pero no pensar en nada es difícil. Los monjes budistas trabajan en la flor de loto con técnicas milenarias para conseguir tres minutos sin pensar en (absolutamente) nada. Algunos aseguran que somos seres hechos de pan, pero en realidad somos criaturas tejidas por una intrincada maraña de pensamientos. Somos seres grotescos esculpidos por un flujo porfiado que no deja paz ni por las noches (cuando, entre ronquidos, se alza en formas fantasmales). La gramática de los pensamientos sigue una lógica que varios procedimientos artísticos han intentado reflejar. Torpes afanes no exentos de rara belleza.
Pero la calidad, la textura, el espesor de cada idea varía de acuerdo a las circunstancias. Los pensamientos intentan (siempre) tornarse funcionales.  La pereza es la madre de todos los vicios y el tiempo es oro bla bla. Pero cuando usted no tiene nada que hacer sus pensamientos son un caballo salvaje. O un simio saltando de rama en rama.
Vivimos en una sociedad que tiene la convicción que el infierno es el aburrimiento, y que nada es más tedioso que el ocio químicamente puro. Pero, qué triste, desde hace algunas buenas décadas, en las grandes urbes, los trabajadores son el flujo sanguíneo en el sistema arterial de un hipertenso transporte público. ¿En qué piensan esos cientos de millones de pasajeros atrapados cada mañana en un par de horas y, cada tarde, aprisionados en otro  par de horas? Miles de millones de instantes suspendidos en la opacidad de un limbo.
La introspección, esa actividad que durante milenios fue exclusiva de sectores excéntricos, es hoy, ahora, (actualmente) algo retorcido y forzoso, incluso a través de la bruma de juegos o chats insustanciales. ¿Alguien ya ha estudiado el fenómeno? ¿Alguien ya ha llegado (ya) a la conclusión de que una extraña mutación se está precipitando bajo la luz, la electricidad y el magnetismo que colisionan en los vehículos de transporte público? Bajo el caldo de cultivo de tantos y todos los sudores se perfila el monstruo que solo quiere ocupar todo el espacio disponible. ¿Se sabrá ya que esta es la causa de la apoteosis de esta especie demasiado humana? Unos seres exhibirán (de pronto) una diabólica singularidad que nos conducirá (quizá) al triunfal apocalipsis. O (quizá) esa masa bulbosa  inmolará su alma en el crisol donde se funden todas las almas para seguir a un nuevo mesías que (finalmente) conducirá al planeta a su definitiva ruina. O (tal vez) tanta apatía nos encaminará (simplemente) a la extinción de manera milagrosamente inadvertida.

(Aunque, quien sabe, probablemente entre tanta gente pensando de pronto saltará una chispa impertinente)
(Quien sabe, tal vez alguien, en alguna parte, soltará por fin dos melancólicas preguntas)
(¿Por qué somos tantos?)
(¿Por qué (maldita sea) queremos ser siempre tan demasiados?)


Ilustración: Jackson Pollock.

miércoles, abril 10, 2019

¿Quién no tiene ese terno azul?



En este mundo lo único mejor que ser un poeta viejo es ser un poeta joven. No es solo por la tan venerada capacidad de sorpresa, es la aventura de ser alguien que avanza a propulsión a chorro, es la emoción de estar en un lugar que es el punto de partida.

¿Qué está más cerca, el pasado o el futuro? Un poeta joven siente la irresistible fuerza gravitacional del futuro, ese territorio que tendrá que colonizar, ese espacio donde urgentemente le esperan todos los potentes ingredientes de la vida.  
Pero a pesar de que los poeta viejos en ocasiones solo puede disfrutar de la dudosa veneración de las piezas de museo, los poetas viejos –en ocasiones- tienen acceso a placeres sorprendentemente briosos. Hay que reconocer que son placeres solitarios y algo nocturnos. Solitarios porque se originan en la trascendental capacidad de la introspección, y nocturnos, porque –todo sea dicho- la radiación solar puede provocar cáncer de piel.
Se ha gastado mucha saliva (y tinta) elevando alabanzas al amor y la amistad, a la embriagante dicha de la vida social, pero hay que reconocer que todo eso nos quita algo de tiempo (y espacio) para clavar la mirada en un punto preciso. La concentración a la hora de pensar es algo que suele ser diluido por las distracciones de la juventud (cazar, pescar y recolectar). Y más en este tiempo tan maravillosamente tecnológico donde siempre (siempre y siempre) podemos pasar el tiempo lanzando taimadas opiniones sobre cualquier cosa.  Los poetas viejos, en cambio, a pesar de eventuales declaraciones en entrevistas, suelen ya estar desencantados de la amistad y hasta del amor, o del amor y hasta de la amistad, y tienen todo el tiempo para desarrollar su mal genio. Y está científicamente comprobado que los cascarrabias ven cosas que los demás prefieren ignorar.
Ilustración: Antony Georgiev

Los últimos 10 años

No sé muy bien que he hecho en los últimos diez años Lo que sí tengo claro es lo que no hice No he ganado una suma exorbitante en la loterí...