domingo, octubre 08, 2017

Nombre y apellido






Se avergonzó toda su vida del nombre que le dieron sus padres. Se llamaba Increíble González. Al morir, su viuda piadosamente encargó una lápida que soportaba la siguiente inscripción:

“Aquí yace el Sr. González,

que durante cincuenta años

contempló únicamente a su mujer”.
Al leer esto la gente exclamaba: ¡Increíble!

jueves, octubre 05, 2017

¡Maldición!

 



El perro ingresó violentamente al tribunal causando pavor. “Hace 20 años un famoso abogado echó una maldición”, recordó alguien, a manera de explicación. El espíritu del jurisconsulto habría renacido con feroz osadía. Un juzgado rabínico ultra ortodoxo que cree en la transmigración condenó entonces al perro a la lapidación. Los verdugos persiguieron al acusado. Sin éxito.

 

lunes, octubre 02, 2017

Hotelucho




En el bar El Búho una desconocida abrió la boca manchada de rouge y me preguntó que por qué no veía que todos éramos simples marionetas, que por qué no entendía que la vida no vale nada, que por qué yo era tan imbécil. Di un sorbo profundo a mi Perú libre. Cuando ella no esperaba respuesta, dije: ¿No crees que nuestra vieja amistad amerita ya un hotelucho?


lunes, septiembre 25, 2017

Carta del reverendo Vicente “Dogson” Hidalgo




Hacía calor
La tinta se evaporó en una gran nube negra
Tuve que hacer llamadas perentorias
Pronto llegaron regimientos de ingeniería y agitaron los abanicos
Casi inmediatamente empezó a refrescar
Y entonces llovió sobre el tintero

Por eso ahora puedo escribirte esta carta de amor

jueves, septiembre 21, 2017

Malicia




La adolescencia y primera juventud son años retorcidos. El aprendizaje necesario para forjar un adulto es una ruta que se hace a saltos, donde lo oscuro y lo luminoso son intercambiables. A fines de los sesenta solía ir al cine Ateneo, que quedaba cerca de mi casa. Fue ahí donde vi Candy, con Ewa Aulin, una película basada en la novela de Terry Southern. Luego de la primera noche febril encargue a un pintor amigo la realización de un icono al pastel de aquella virgen sicodélica. Mi amor fue intenso pero no duradero. Cuando unos años después apareció Laura Antonelli comprendí por primera vez que la castidad y la concupiscencia constituyen un par dialéctico. El personaje de Candy era impermeable al pecado porque con piedad veía en el libidinoso a un ser dolorosamente atrapado en el vértigo del deseo. En cambio la Laura Antonelli de Malicia, la película de Salvatore Samperi, se atrevía cediendo -con sus redondos senos maternales-, a la perversa estrategia de un niño (fisgoneo, flores, manoseo, caprichosas imposiciones, besos), adivinando que al final la poseída también poseería al poseedor, que ambos se igualarían en un salvaje abandono sensual. Porque el juego de poder que se esconde detrás de la dinámica del amor revela la inefable posibilidad de postura e impostura, e invalida el mito de la superioridad moral de este sentimiento. Ya se sabe: en el amor y en la guerra todo vale (pero cualquier cosa no es suficiente).

lunes, septiembre 18, 2017

Decúbito dorsal



Vivimos en Lo obvio. Entonces es en lo obvio en lo que tenemos que escudriñar. Los filósofos son personas que sienten la compulsión de hacer de lo obvio algo extraño.  Los poetas son los alquimistas que arrancan lo extraño que yace en lo profundo de lo obvio.

Ilustración: Karina Cáceres Pacheco.




viernes, agosto 04, 2017

Ojo, pestaña y ceja





Tendemos a creer que los grandes actos malvados, los crímenes, los cometen monstruos, personificaciones demoníacas, seres extraordinarios con signo negativo. Pero cuando en 1961 Hannah Arendt escribió sus polémicos artículos en el New Yorker sobre el juicio a Eichmann mostró evidencia que los villanos son seres tan insípidos, tan mediocres, tan escasamente luciferinos como cualquiera de nosotros. Y  que sus horribles crímenes podrían encontrar una explicación en el acto de negarse a pensar por sí mismo, en la sumisión moral e intelectual hacia alguna fe (por ejemplo la hipnótica irradiación del populismo, del nacionalismo, de algún mesianismo). Eso provocó una conmoción entre los que ven el mundo radicalmente dividido entre buenos y malos. Entre monstruos y gente como uno. Eso demolió la defensa que hemos levantado para pensar que nosotros estamos en el lado correcto, en la zona de los normales, de los decentes, y que el culpable siempre es “el otro”, un ser (casi) de una especie diferente, uno que no tiene nada que ver con nuestra apacible comunidad de seres bienaventurados. Porque advierte Arendt, si no preservábamos un pugnaz criterio personal, cualquiera podría ser capaz de convertirse en un criminal.
Cuando Hannah Arendt llegó al extremo de señalar que dirigentes judíos, por cálculo político o simple estupidez, participaron activamente en la organización del Holocausto, es decir, fueron cómplices, el escándalo fue mayúsculo. Se la acusó de cometer un pecado contra su propia sangre, de traicionar a su raza, de sumarse a los que tan salvajemente los habían martirizado. Hannah Arendt decidió entonces dirigirse a sus alumnos en un aula de la universidad. Su argumento se centró en que la activa búsqueda de Comprender es la columna vertebral de nuestra libertad como seres humanos. Un pensamiento activo y nada sumiso frente a las consignas de la corriente de opinión en boga nos permite tomar decisiones y, de esta manera, por ejemplo, ser inmunes a la debacle moral que provocan los regímenes totalitarios, a las prepotencias de las corrientes de pensamiento obligatorias. Nuestra lealtad tiene que estar con el permanente ejercicio de desentrañar esa cosa laberintosa llamada verdad.
En estos tiempos de lo sexy del “trending topic”, de las tendencias de expresión, comportamiento y pensamiento, donde el sentido de realización personal está asociado a la ambición de ser el primero en subirse al carro de la corriente de opinión más llamativa, bien nos valdría recordar la independencia intelectual de Hannah Arendt. En estos años confusos donde lo políticamente correcto exhibe su intrínseca vacuidad frente a los febriles zarpazos de pragmáticos populistas, resulta imperioso levantar la inquieta singularidad, no como una arrogancia vacua, sino como la última línea de defensa frente a la masiva presión de las certezas hegemónicas.

viernes, junio 30, 2017

La estrategia del decir





Los directores de cine suelen enfrentar el rodaje de una película creando escenas con actores, un director de arte, el atrezzista, el maquillador, etc. Pero la cineasta Karina Cáceres tiene una manera diferente de hacer las cosas. Ella es una cazadora. Avanza sigilosamente con su mochila, su libreta de notas, su cámara. Las escenas significativas viven emboscadas en el mundo salvaje de la vida real y ella divisa, apunta y dispara. Sale de viaje cada vez que puede y acumula sus presas hasta que llega un día soleado en que siente que puede emprender la aventura mayor. Se encierra entonces frente a la ciclópea pantalla de su iMac y toma las decisiones. La diferencia entre un artista talentoso y uno fastidioso está principalmente en las decisiones que toma. No solo en lo que escoge poner, sino principalmente en lo que escoge no poner. Y también en el preciso lugar, en el ángulo de rotación exacto de cada imagen. Por eso Karina Cáceres tiene un instinto muy agudo, un olfato, para aquilatar el potencial visible (e invisible) de cada elemento de su obra. Karina Cáceres ha diseñado Bajo la influencia, su primer largo, con una actitud más cercana a la de los poetas o de los músicos, aunque dada su estética extremadamente visual, sin duda los artistas abstractos y hasta los conceptuales son una referencia fundamental.
Lo primero que llama la atención de esta cinta es su tajante desconfianza en el potencial expresivo de la anécdota. No seduce al espectador con un relato planteado con un explícito y siempre hipnótico esquema de exposición nudo y desenlace. No adereza diálogos e hilvana plots y subplots para conducirnos por una fábula. La estructura de Bajo la Influencia es más bien geométrica, con zonas pulcramente trazadas. Arranca con gran dinamismo porque empieza una trayectoria. Corren los trenes, vuelan los aviones, ruedan los carros y, como un guiño risueño, vemos las coloridas zapatillas de la realizadora. Y cada imagen, cada escena, se presenta en un punto gravitacional en el que lo principal y lo subalterno luchan por dilucidar una duda. Pareciera que toda la película está al servicio de cada escena a diferencia de la convención que establece que cada escena está al servicio de la lógica del todo. Esa subversión hace que esta película presente un valioso desafío al espectador que, de esta manera, tiene la oportunidad de vislumbrar el potencial evocativo en imágenes de simple belleza.
Bajo la influencia es además una película que ha instrumentalizado con virtuosismo la banda sonora. Los temas compuestos por Omar Garaycochea sirven como aglutinante y como elemento propulsor en las zonas dinámicas, pero cuando son reemplazados por sonido ambiental o por el impactante silencio se crea el énfasis en lo simple, en lo sutil, en lo que podría ser imperceptible. De esta manera Karina Cáceres maneja la tensión entre la dinámica y la contemplación, entre la acción y la fascinación, con un lirismo casi melancólico, manejando una mirada escueta. Y al final, cuando se apaga la última imagen, uno no puede dejar de asombrarse con esta realizadora que afanosamente busca en sus excursiones la palabra precisa para el urgente discurso de su espíritu.


jueves, junio 22, 2017

Lanzo mi mano como una daga contra el horizonte



Lanzo mi mano como una daga contra el horizonte es un testimonio personal sobre la aventura poética del grupo de poetas que se reunieron en torno a la revista ómnibus. Cuarenta años después. 

sábado, enero 21, 2017

Comiendo en la cama y haciendo el amor en la cocina





Neruda es un ícono de la literatura y sin duda en su país muchos esperaban una obra básicamente celebratoria cuando se anunció que el más festejado cineasta chileno estaba realizando un retrato del poeta. Por eso la propuesta sabrosamente irreverente de Pablo Larraín ha provocado arrebatos temperamentales. Y es que en esta película Neruda no es el simpático poeta de Il Postino (Michael Radford, 1994) sino alguien humanamente más verosímil, que llega a asegurar que podría comerse un cerdo, a pesar de que luego se avergüenza ante una costurera de su abultado vientre.  Además, en otro rasgo de exaltado hedonismo, el vate saborea un durazno que luego sazona mojando sus dedos en los labios vaginales de una alegre furcia. Y, mientras su aristocrática esposa mira hacia otro lado, desliza traviesamente su mano hacia el pecho de la secretaria. No son esas pinceladas las que uno quisiera para un retrato oficial. Aunque esos solo son detalles secundarios, porque la película se estructura sobre un rasgo de ambigua  trascendencia que, sin duda alguna, resulta mucho más inquietante.
Por alguna razón los poetas tienen una gran propensión a la mitomanía. Utilizan una amplia perspectiva para mirarse a sí mismos, como si no fuesen una persona, sino un paisaje. Convierten con prodigiosa facilidad el usualmente lamentable escenario de sus vidas en un espectáculo épico. Pero a diferencia de los abundantes narcisistas egocéntricos, el poeta no está ciego al panorama que lo rodea. Es que no se suele sentir el centro del universo, sino todo el universo. En esa medida el drama de las demás personas es parte de su drama. En esa medida lo que ocurre en el resto el mundo exterior es un asunto personal, íntimo. Y en ese orden de cosas todo no es más que un gran argumento en el que el puesto de protagonista está, obviamente, reservado para el poeta.
Con una astucia un tanto borgiana, Larraín apuesta por un eje argumental centrado en la dinámica de la presa y el cazador. Donde el perseguidor está tan hechizado, que la profundidad de su pesquisa lo lleva hasta indagar en la tibia intimidad de la primera esposa de Neruda. El argumento del film está enfocado en el año y medio que pasó Neruda como comunista con orden de captura. Lo interesante es que la película insinúa que la inevitable mitomanía del poeta ha convertido la persecución en una aventura donde él se presenta como una figura de dimensiones legendarias. A pesar de que su esposa y otros le advierten que algo de humildad no estaría fuera de lugar, el personaje de Neruda no solo no hace concesiones, sino que vorazmente asimila a su entorno, convirtiéndolos en devotos incondicionales.
Enfocar a Neruda desde ese ángulo parecería la receta para hacer una obra francamente extraordinaria, de corpulencia universal, pero algo falla en los engranajes y la obra no logra alcanzar la altura deseada. Tal vez es que el personaje de Gael García Bernal -el acechador- es extremadamente artificial. Su filosófica melancolía expresada en largas parrafadas, deriva en lo irritante. Ocurre que quiere dejar de ser un simple personaje secundario, pero no puede, a pesar que se le ha dado la ventaja de ser el narrador. Y al fallar este importante elemento, la dinámica entre Neruda y su inventada némesis no logra coordinar una convincente vibración.
Quizá todo se resuma en que a pesar de que la idea era magnífica, faltó eso de lo que hablan los poetas: la inspiración. La cinta del cineasta chileno es un proyecto donde se lucen los artesanos, pero no brillan demasiado los artistas. Por otro, lado la propuesta de Larraín de presentar un Neruda lejos del mito heroico de partido comunista, es acorde con la tendencia hacia un realismo que nos aleja de la candidez del siglo XX. Su opción conceptual y su inquieto manejo visual de clara intención lírica, hace posible que la cinta resulte interesante para bastantes devotos al cine arte. Sin duda, este es un proyecto valiente, rebosante de ideas “correctas”, que desafortunadamente se moja la cola en el océano de lo pretencioso. Quizá porque el perseguidor nunca encuentra al bardo, sino que es este el que lo contempla en su agonía.



sábado, diciembre 24, 2016

La nueva frontera está aquí precisamente





Detrás de una trama que orquesta viejos temas[1] The OA, la nueva serie de Netflix, plantea una fantástica manera de enfocar una arcaica ambición: ser los arquitectos del destino. Hasta el siglo XX esta voluntariosa pretensión apelaba a los mantras y palabrería de los gurús de la autoayuda, pero en este nuevo siglo hay gente que empieza a ver el asunto desde la más dilatada perspectiva que han trazado los físicos teóricos. El universo es una constelación de universos. Y no sólo como imagen poética.
El argumento se arma en torno a una muchacha que tiene una misión: Recuperar el amor perdido. Inicialmente está orientada hacia el origen, el reencuentro con el padre, luego su gestión se desplaza hacia el futuro: crear las condiciones para una unión conyugal en armonía con lo benéfico de la vida.  La protagonista convoca a un grupo de voluntariosos desadaptados e inicia una acción tribal con el objetivo de encontrar la ruta hacia los diversos universos que pueblan cualquier día tormentoso. Esto haría viable el ansiado acceso a todo el poder de La Posibilidad.
El villano de la serie es un amable científico de ojos muy azules que busca explorar el territorio que se extiende después de la muerte. La meta de sus estudios de laboratorio es nada menos que salir de la oscuridad. Para tal efecto los sacrificios humanos son solo parte de la ley de la vida. Porque la experiencia de muerte abre portales hacia lo hondo.
En este nuevo siglo la curiosidad popular por el territorio inexplorado se ha extendido hacia la iridiscente zona anteriormente propiedad de lo fantástico[2] gracias a las especulaciones de la ciencia. Más allá del horizonte no solo hay millones de enigmáticos planetas sino que aquí, en nuestro mundo, invisibles para el ojo no adiestrado, hay una cantidad cercana al infinito de universos alternativos. Lo potencial es parte de lo fáctico. Lo potencial es la arcilla de lo real.
Lo curioso es que los ciudadanos religiosos quieren creer (con desesperado fervor) que por medio del poder de la voluntad, y de gráciles rituales propiciatorios, es posible navegar por el multiverso. Porque tomando habilidosas decisiones sobre lo potencial esquivaríamos el designio inextricable y diseñaríamos el universo particular. Solo con una imaginativa manipulación escaparíamos de una percepción unidimensional de la vida, esa estrecha prisión, y contemplaríamos como lo real es igual pero diferente. Las religiones tradicionales han tendido siempre a reconfigurar la mitología. Hoy, para muchos con inquietudes espirituales, los dioses exigen tener un sustento en la zona donde se aloja nuestro asombro. Y esa zona es, que duda cabe, el misterioso territorio cuya puerta ha abierto la fría racionalidad de la ciencia.





[1] La magia; los ángeles; la lucidez que oculta el delirio; la situación de trauma que genera un secuestro; la búsqueda de la plenitud; el científico que hace sacrificios humanos buscando sacar a la humanidad de la oscuridad; la fuerza de la unión; el malo que es bueno.
[2] Rick and Marty, la serie de animación para adultos explora con hilarante desenfreno la consecuencia de intrincadas ecuaciones..

Los últimos 10 años

No sé muy bien que he hecho en los últimos diez años Lo que sí tengo claro es lo que no hice No he ganado una suma exorbitante en la loterí...