La estrategia del decir
Los directores de cine suelen enfrentar el rodaje de una película
creando escenas con actores, un director de arte, el atrezzista, el maquillador,
etc. Pero la cineasta Karina Cáceres tiene una manera diferente de hacer las
cosas. Ella es una cazadora. Avanza sigilosamente con su mochila, su libreta de
notas, su cámara. Las escenas significativas viven emboscadas en el mundo
salvaje de la vida real y ella divisa, apunta y dispara. Sale de viaje cada vez
que puede y acumula sus presas hasta que llega un día soleado en que siente que
puede emprender la aventura mayor. Se encierra entonces frente a la ciclópea
pantalla de su iMac y toma las decisiones. La diferencia entre un artista
talentoso y uno fastidioso está principalmente en las decisiones que toma. No
solo en lo que escoge poner, sino principalmente en lo que escoge no poner. Y
también en el preciso lugar, en el ángulo de rotación exacto de cada imagen. Por
eso Karina Cáceres tiene un instinto muy agudo, un olfato, para aquilatar el potencial visible
(e invisible) de cada elemento de su obra. Karina Cáceres ha diseñado Bajo la influencia, su primer largo, con
una actitud más cercana a la de los poetas o de los músicos, aunque dada su estética
extremadamente visual, sin duda los artistas abstractos y hasta los
conceptuales son una referencia fundamental.
Lo primero que llama la atención de esta cinta es su tajante desconfianza
en el potencial expresivo de la anécdota. No seduce al espectador con un relato
planteado con un explícito y siempre hipnótico esquema de exposición nudo y
desenlace. No adereza diálogos e hilvana plots y subplots para conducirnos por
una fábula. La estructura de Bajo la
Influencia es más bien geométrica, con zonas pulcramente trazadas. Arranca
con gran dinamismo porque empieza una trayectoria. Corren los trenes, vuelan
los aviones, ruedan los carros y, como un guiño risueño, vemos las coloridas
zapatillas de la realizadora. Y cada imagen, cada escena, se presenta en un
punto gravitacional en el que lo principal y lo subalterno luchan por dilucidar
una duda. Pareciera que toda la película está al servicio de cada escena a
diferencia de la convención que establece que cada escena está al servicio de
la lógica del todo. Esa subversión hace que esta película presente un valioso
desafío al espectador que, de esta manera, tiene la oportunidad de vislumbrar el
potencial evocativo en imágenes de simple belleza.
Bajo la influencia es además una película que ha instrumentalizado con virtuosismo la
banda sonora. Los temas compuestos por Omar Garaycochea sirven como aglutinante
y como elemento propulsor en las zonas dinámicas, pero cuando son reemplazados
por sonido ambiental o por el impactante silencio se crea el énfasis en lo
simple, en lo sutil, en lo que podría ser imperceptible. De esta manera Karina
Cáceres maneja la tensión entre la dinámica y la contemplación, entre la acción
y la fascinación, con un lirismo casi melancólico, manejando una mirada escueta.
Y al final, cuando se apaga la última imagen, uno no puede dejar de asombrarse
con esta realizadora que afanosamente busca en sus excursiones la palabra
precisa para el urgente discurso de su espíritu.