Nuestros instrumentos de interpretación de la realidad están
siempre afectados por una voluntariosa actitud. Lo que queremos o necesitamos
ver es (siempre) más fuerte que lo que realmente vemos.
jueves, marzo 14, 2013
miércoles, marzo 06, 2013
Giannotto, Abraham y el Espíritu Santo
Tal como yo, graciosas señoras, he oído decir, hubo en París
un gran mercader y hombre bueno que fue llamado Giannotto de Civigní, lealísimo
y recto y gran negociante en el rango de la pañería; y tenía íntima amistad con
un riquísimo hombre judío llamado Abraham, que era también mercader y hombre
harto recto y leal. Cuya rectitud y lealtad viendo Giannotto, empezó a tener
gran lástima de que el alma de un hombre tan valioso y sabio y bueno fuese a su
perdición por falta de fe, y por ello amistosamente le empezó a rogar que
dejase los errores de la fe judaica y se volviese a la verdad cristiana, a la
que como santa y buena podía ver siempre aumentar y prosperar, mientras la
suya, por el contrario, podía distinguir cómo disminuía y se reducía a la nada.
El judío contestaba que ninguna creía ni santa ni buena fuera de la judaica, y
que en ella había nacido y en ella entendía vivir y morir; ni habría nada que
nunca de aquello le hiciese moverse. Giannotto no cesó por esto de, pasados
algunos días, repetirle semejantes palabras, mostrándole, tan burdamente como
la mayoría de los mercaderes pueden hacerlo, por qué razones nuestra religión
era mejor que la judaica.
Y aunque el judío fuese en la ley judaica gran maestro, no
obstante, ya que la amistad grande que tenía con Giannotto le moviese, o tal
vez que las palabras que el Espíritu Santo ponía en la lengua del hombre simple
lo hiciesen, al judío empezaron a agradarle mucho los argumentos de Giannotto;
pero obstinado en sus creencias, no se dejaba cambiar. Y cuanto él seguía
pertinaz, tanto no dejaba Giannotto de solicitarlo, hasta que el judío, vencido
por tan continuas instancias, dijo:
Ya, Giannotto, a ti te
gusta que me haga cristiano; y yo estoy dispuesto a hacerlo, tan ciertamente
que quiero primero ir a Roma y ver allí al que tú dices que es el vicario de
Dios en la tierra, y considerar sus modos y sus costumbres, y lo mismo los de
sus hermanos los cardenales; y si me parecen tales que pueda por tus palabras y
por las de ellos comprender que vuestra fe sea mejor que la mía, como te has
ingeniado en demostrarme, haré aquello que te he dicho: y si no fuese así, me
quedaré siendo judío como soy.
Cuando Giannotto oyó esto, se puso en su interior
desmedidamente triste, diciendo para sí mismo: «Perdido he los esfuerzos que me
parecía haber empleado óptimamente, creyéndome haber convertido a éste; porque
si va a la corte de Roma y ve la vida criminal y sucia de los clérigos, no es
que de judío vaya a hacerse cristiano, sino que si se hubiese hecho cristiano,
sin falta volvería judío».
Y volviéndose a Abraham dijo:
Ah, amigo mío, ¿por
qué quieres pasar ese trabajo y tan grandes gastos como serán ir de aquí a
Roma? Sin contar con que, tanto por mar como por tierra, para un hombre rico
como eres tú todo está lleno de peligros. ¿No crees que encontrarás aquí quien
te bautice? Y si por ventura tienes algunas dudas sobre la fe que te muestro,
¿hay mayores maestros y hombres más sabios allí que aquí para poderte esclarecer
todo lo que quieras o preguntes? Por todo lo cual, en mi parecer esta idea tuya
está de sobra. Piensa que tales son allí los prelados como aquí los has podido
ver y los ves; y tanto mejores cuanto que aquéllos están más cerca del pastor
principal. Y por ello esa fatiga, según mi consejo, te servirá en otra ocasión
para obtener algún perdón, en lo que yo por ventura te haré compañía.
A lo que respondió el judío:
Yo creo, Giannotto,
que será como me cuentas, pero por resumirte en una muchas palabras, estoy del
todo dispuesto, si quieres que haga lo que me has rogado tanto, a irme, y de
otro modo no haré nada nunca.
Giannotto, viendo su voluntad, dijo:
¡Vete con buena
ventura! y pensó para sí que nunca se
haría cristiano cuando hubiese visto la corte de Roma; pero como nada se
perdía, se calló.
El judío montó a caballo y lo antes que pudo se fue a la
corte de Roma, donde al llegar fue por sus judíos honradamente recibido; y
viviendo allí, sin decir a ninguno por qué hubiese ido, cautamente empezó a
fijarse en las maneras del papa y de los cardenales y de los otros prelados y
de todos los cortesanos; y entre lo que él mismo observó, como hombre muy sagaz
que era, y lo que también algunos le informaron, encontró que todos, del mayor
al menor, generalmente pecaban deshonestísimamente de lujuria, y no sólo en la
natural sino también en la sodomítica, sin ningún freno de remordimiento o de
vergüenza, tanto que el poder de las meretrices y de los garzones al impetrar
cualquier cosa grande no era poder pequeño. Además de esto, universalmente
golosos, bebedores, borrachos y más servidores del vientre (a guisa de animales
brutos, además de la lujuria) que otros conoció abiertamente que eran; y
mirando más allá, los vio tan avaros y deseosos de dinero que por igual la
sangre humana (también la del cristiano) y las cosas divinas que perteneciesen
a sacrificios o a beneficios, con dinero vendían y compraban haciendo con ellas
más comercio y empleando a más corredores de mercancías que había en París en
la pañería o ningún otro negocio, y habiendo a la simonía manifiesta puesto el
nombre de «mediación» y a la gula el de «manutención», corno si Dios, no ya el
significado de los vocablos, sino la intención de los pésimos ánimos no
conociese y a guisa de los hombres se dejase engañar por el nombre de las
cosas.
Las cuales, junto con otras muchas que deben callarse,
desagradaron sumamente al judío, como a hombre que era sobrio y modesto, y
pareciéndole haber visto bastante, se propuso retornar a París; y así lo hizo.
Adonde, al saber Giannotto que había venido, esperando cualquier cosa menos que
se hiciese cristiano, vino a verle y se hicieron mutuamente grandes fiestas; y
después que hubo reposado algunos días, Giannotto le preguntó lo que pensaba
del santo padre y de los cardenales y de los otros cortesanos. A lo que el
judío respondió prestamente:
Me parecen mal, que
Dios maldiga a todos; y te digo que, si yo sé bien entender, ninguna santidad,
ninguna devoción, ninguna buena obra o ejemplo de vida o de alguna otra cosa me
pareció ver en ningún clérigo, sino lujuria, avaricia y gula, fraude, envidia y
soberbia y cosas semejantes y peores, si peores puede haberlas; me pareció ver
en tanto favor de todos, que tengo aquélla por fragua más de operaciones
diabólicas que divinas. Y según yo estimo, con toda solicitud y con todo
ingenio y con todo arte me parece que vuestro pastor, y después todos los
otros, se esfuerzan en reducir a la nada y expulsar del mundo a la religión
cristiana, allí donde deberían ser su fundamento y sostén. Y porque veo que no
sucede aquello en lo que se esfuerzan sino que vuestra religión aumenta y más
luciente y clara se vuelve, me parece discernir justamente que el Espíritu
Santo es su fundamento y sostén, como de más verdadera y más santa que ninguna
otra; por lo que, tan rígido y duro como era yo a tus consejos y no quería
hacerme cristiano, ahora te digo con toda franqueza que por nada dejaré de
hacerme cristiano. Vamos, pues, a la iglesia; y allí según las costumbres
debidas en vuestra santa fe me haré bautizar. (Fragmento del Decameron, de G. Boccaccio.)
sábado, marzo 02, 2013
jueves, febrero 28, 2013
Construimos una
interpretación para soportar la incertidumbre. Tenemos la fantasía de tomar el
control de la verdad a través de un sistema de ideas. La filosofía, la ciencia,
la historia, la sicología diseñan certezas que el tiempo demuestran efímeras.
El único momento en que (realmente) la fantasía de tomar el control de la
verdad resulta verídico se da cuando conscientemente ejercitamos la ficción.
Ilustración:
Antonio López.
viernes, febrero 15, 2013
viernes, febrero 08, 2013
Al interpretar la realidad optamos
con demasiada frecuencia por el blanco y negro. Claramente tenemos un problema
con los matices. Por ejemplo cuando avistamos una víctima solemos dejarnos llevar por cierta
condescendencia. Eso nos conduce a la urgencia de convertirla en alguien
virtuoso. Pero como dice Jon Lee Anderson ¿Qué pasa si esa víctima es una persona difícil,
moralmente compleja y cuestionable? ¿Entonces ya deja de ser una víctima? Eso
demostraría que en general nuestra solidaridad no es con seres reales sino con
imágenes creadas por nosotros y que estas reflejan nuestras personales
empatías. Es por eso que cuando mucha gente bienintencionada hace “trabajo de
campo” para intervenir ante una de las frecuentes casos de injusticia suele
caer en el desconcierto o la decepción. Leer la historia del mundo como una
contienda entre buenos y malos revela nuestra incapacidad de comprender lo
humano.
Ilustración:
Sebastiao Salgado.
lunes, enero 21, 2013
La persistencia
Por alguna absurda
razón una de las obsesiones de la especie humana es la inmortalidad. Ser uno
mismo siempre uno mismo. Pero para todo ser medianamente equilibrado es
evidente que esa aspiración pertenece al territorio de la fantasía. Todo lo que
nace tiene que morir, esa es la implacable ley de la naturaleza. Pero por
desgracia parece que ya no podemos estar seguros de nada. En un artículo
publicado el 28 de noviembre del presente año en el prestigioso New York Times
se nos informa que hay seres inmortales y, lo peor, que estos comparten el
mismo universo que nosotros. Esta especie, conocida por los científicos como
Turritopsis dohrnii, es una malagua que se niega a morir. Al alcanzar la edad
del declive final da marcha atrás e inicia un proceso que la hace cada vez más
joven hasta que llega a su fase más temprana de desarrollo, en cuyo punto
reinicia otro ciclo de vida. El biólogo marino japonés Shin Kubota señala:
"Una vez que determinemos cómo se rejuvenecen estas malaguas estaremos en condiciones de lograr grandes
cosas. Mi opinión es que vamos a evolucionar y convertirnos en inmortales.
"
Ilustración:
Piet Mondrian. Composition.
miércoles, enero 16, 2013
Escribir
y escribir
¿La creación artística es solo un método de
conocimiento? ¿La creación artística es solo un método de ser (y de estar)? ¿El
sentido de la literatura es exorcizar el caos? ¿El sentido de la creación
artística es solo parte del oleaje del universo? ¿La creación artística es
(estricta) consecuencia del flujo activado por el furor ígneo de la
posibilidad? ¿La creación artística no es más que la humana modalidad de esa
fuerza que obliga a la materia a retorcerse en sus caprichosas variables? ¿La
creación artística es un (intenso) estado de conciencia altamente codificado?
¿La creación artística es parte (objetiva) de la realidad objetiva? ¿La
conciencia (mecanografiada) de un evento físico afecta (objetivamente) ese
evento?
martes, enero 08, 2013
Mañana mismo
Los muertos no están
tan muertos como solemos creer. Estamos hechos de muertos. La clave que explica
el rostro que poseemos es algo heredado a través no solo de la genética, sino
de la conciencia colectiva, de la interpretación de lo pasado. Tendemos a creer
que cuando nuestra generación se ubica en el centro de la acción de lo
contemporáneo hemos alcanzado la consagración. El culto a la celebridad es una
perversión en el sentido en que su conexión con los supuestos logros
extraordinarios se ha hecho tenue y, en algunos casos, es producto de una
trampa, de un truco, de una mistificación. Los escritores que confesamente
escriben para la posteridad son vistos como seres trasnochados y patéticos. En
nuestro mundo el instante es lo que importa y la posteridad es algo que no
tiene nada que ofrecer a alguien tan físico, tan terrenal, tan inmediatista
como el hombre contemporáneo. Hacer las cosas para la posteridad suele ser
interpretado como una actitud de estúpida vanidad. Pero la esencia de intentar
realizarse con la conciencia de la posteridad da amplitud al proyecto personal.
En el fondo es colocar nuestro trabajo en un contexto verdaderamente realista.
La actitud que anima nuestro trabajo es decisiva sobre la calidad de este. Un
trabajo atento a la perspectiva histórica será más verídico, más hondo, porque
a pesar de su estridencia el presente es solo la punta del enorme iceberg de lo
real. Dado que el interlocutor válido es el que define la calidad del discurso
si uno se dirige a un transeúnte accidental se expresará de una manera apurada.
En cambio si uno se dirige a un jurado que calificará su ponencia, tendrá que
calibrar cuidadosamente cada una de sus palabras. ¿Pero si uno se dirige a un
auditorio cuya existencia es un tanto relativa, ya que la mayor parte de sus
miembros aún no han nacido? ¿Cómo modula su elocuencia? Seguramente será
cuidadoso de no apelar a soluciones de rápido impacto. Seguramente tratará de
apelar a lo puramente circunstancial tratando de revelar sus disonancias, de
denunciar su colorido coyuntural, de hacer la conexión de eso tan del presente
con lo otro, con lo que pertenece al mundo de los muertos o de los aún no
existentes. Sin embargo si bien lo
coyuntural, lo inmediatista, puede neutralizar la profundidad del creador, esto
es el signo de lo contemporáneo y puede y debe ser un tema atacado por un
artista. Un caso llamativo es el insólito documental Exit Through the Gift Shop
realizado por el británico Banksy, que se hizo famoso como grafitero, pero que
con esta reflexión sobre el carácter fetichista del arte demuestra cómo se
puede hacer algo trascendente con lo intrascendente.
Ilustración:
Ben Sandler.
viernes, enero 04, 2013
Una opinión no apunta a la verdad sino a actuar sobre la realidad.
Dicen que en determinado momento algo le pasó a la materia
bruta y se convirtió en materia orgánica: empezó a ensayar cambios sobre sí
mismo, se sintió lascivamente impulsada a reproducirse, a mantenerse encendida.
Pero el verdadero milagro ocurrió cuando dentro de esa máquina apareció un
fantasma que empezó a interpretar todo lo que había alrededor. Interpretar es
(para nosotros los humanos) sinónimo de ficcionalizar. La dinámica de lo humano
se sostiene en su capacidad de ficcionalizar. Solo existimos todo lo que nos
permite nuestra imaginación. Y por alguna extraña razón nuestra máxima ambición
es inventar la eternidad.
Ilustración: Alexander Calder. Two spheres.
martes, diciembre 25, 2012
viernes, diciembre 14, 2012
En las entrevistas uno siempre termina diciendo cosas que nunca dijo. Supongo que se debe a que
las entrevistas también pertenecen a la ficción. El entrevistado tiene en mente
una imagen de sí mismo que quiere hacer pasar por la verdadera imagen de sí mismo.
El entrevistador tiene una imagen del entrevistado que debe obligatoriamente
tener algunos atributos de valor periodístico. En esa confrontación surge una
deformación inevitable. Pero quien sabe, en realidad tal vez somos esa horrible
distorsión.
Ilustración: Guy Denning
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