viernes, febrero 08, 2013



Al interpretar la realidad optamos con demasiada frecuencia por el blanco y negro. Claramente tenemos un problema con los matices. Por ejemplo cuando avistamos una víctima  solemos dejarnos llevar por cierta condescendencia. Eso nos conduce a la urgencia de convertirla en alguien virtuoso. Pero como dice Jon Lee Anderson ¿Qué pasa  si esa víctima es una persona difícil, moralmente compleja y cuestionable? ¿Entonces ya deja de ser una víctima? Eso demostraría que en general nuestra solidaridad no es con seres reales sino con imágenes creadas por nosotros y que estas reflejan nuestras personales empatías. Es por eso que cuando mucha gente bienintencionada hace “trabajo de campo” para intervenir ante una de las frecuentes casos de injusticia suele caer en el desconcierto o la decepción. Leer la historia del mundo como una contienda entre buenos y malos revela nuestra incapacidad de comprender lo humano.
Ilustración: Sebastiao Salgado.

El efecto misterioso de la violencia de Dios

  Con la llegada de Cristóbal Colón se restaron cincuenta y seis millones de individuos al planeta Tierra. Los abandonados campos de cultivo...