Era un joven ejecutivo de gestión de capitales. Estaban en su luminosa oficina del piso 77. Leía
con voz clara y vibrante poemas de William Carlos Williams. Leía recostado en
un cómodo sofá con el pantalón en las rodillas. La mujer era hermosa y la
cabellera ensortijada brillaba en su negro azabache mientras le lamía los
testículos. Cuando el ejecutivo se dejó llevar por un énfasis retórico, ella
llenó golosamente su boca untada de rouge. Ya casi habían acabado de disfrutar
los delicados poemas de William Carlos Williams cuando el hombre alzó la vista
por encima del borde del libro y vio el enorme Boeing 767 que seguía una ruta
de colisión hacia su amplio ventanal. Soltó una exclamación (y ella tragó todo
lo que pudo).
Ilustración: Mark Chadwick