martes, abril 17, 2018

Un martes 11



Era un joven ejecutivo de gestión de capitales. Estaban en su luminosa oficina del piso 77. Leía con voz clara y vibrante poemas de William Carlos Williams. Leía recostado en un cómodo sofá con el pantalón en las rodillas. La mujer era hermosa y la cabellera ensortijada brillaba en su negro azabache mientras le lamía los testículos. Cuando el ejecutivo se dejó llevar por un énfasis retórico, ella llenó golosamente su boca untada de rouge. Ya casi habían acabado de disfrutar los delicados poemas de William Carlos Williams cuando el hombre alzó la vista por encima del borde del libro y vio el enorme Boeing 767 que seguía una ruta de colisión hacia su amplio ventanal. Soltó una exclamación (y ella tragó todo lo que pudo).


Ilustración: Mark Chadwick

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Durante la segunda mitad del siglo XX, Per Tangvald navegó los océanos como si fueran extensiones naturales de su alma. Los conocía con la f...