Y yo, y yo,
y yo,
el señalado
por mi corazón,
el
aturdido, el inacabado, el solitario
el que
interpretó (devotamente) el misterioso guion,
he trepado
por fin la escarpada pendiente
desde ese
huerto imaginario llamado infancia
hasta el
cañón del eco de la vejez
(donde
ahora grito estas palabras)
(donde
ahora, desconcertado, pronuncio mi
nombre y apellido)
Y yo, y yo,
y yo
Tendré ya
que desatender este mundo
con pena,
(que es el
dolor más hondo)
y queriendo
(siempre, siempre)
todo, todo.