miércoles, noviembre 14, 2012



La codicia es una de las fuerzas que tensan nuestro espíritu. El desmedido apetito de poder, riqueza, influencia, prestigio es la torturada senda para consagrar la supremacía sobre el prójimo. La codicia impulsa a romper records olímpicos pero corroe el nervio óptico: destruye la capacidad de vislumbrar el pasado y el futuro (del otro). Es fácil arrancarle el corazón al vecino si creemos que estamos rodeados de seres unidimensionales.
Ilustración: Dawn Mellor, Death Army 

El problema de ser un héroe

 Cuando muchos años después Jon Lee Anderson lo interrogó, el boliviano que se presentó como voluntario para ejecutar al Che Guevara estalló...