martes, marzo 03, 2009

Noticias del padrino


Durante las últimas décadas del siglo pasado se solía mencionar al Ciudadano Kane o al Acorazado Potemkin como las cumbres del ingenio cinematográfico. Las nuevas generaciones parecen tener, sin embargo, distinta opinión, y ahora se señala con insistencia a El padrino, de Francis Ford Coppola. Es un caso curioso, este tipo. Aparte de la saga sobre la Cosa nostra este ítalo americano consiguió realizar varias obras auténticamente maestras hasta que, por esos misterios del arte, la musa pareció largarse a otro rincón. Luego de algunos sonados fracasos (como Jack, con el insufrible Robin Williams) se entregó de lleno al vino. No tanto a beberlo, sino a sembrarlo, pisarlo (con la participación de toda la familia) y embotellarlo. Pero, como un indicativo de lo versátil de su genio, el pequeño viñedo que había adquirido como hobbie fue creciendo, en tamaño y en prestigio, hasta convertirse en una de las firmas más representativas de la excelencia californiana. Y los dólares empezaron a fluir con tanta alegría que el legendario director supo (una noche tormentosa) que tenía una nueva e increíble oportunidad. Y así, luego de aplacar a los feroces acreedores (por sus locas aventuras anteriores) embutió 15 millones en su bolsa de viaje y enfiló hacia Rumanía.
El resultado fue Juventud sin juventud (2008), un film visualmente lujoso que ha desconcertado a casi todo el mundo. Y aunque tristemente no creo que pueda afirmarse que Coppola ha recuperado sus superpoderes, hay que convenir que la obra es valiente y extremadamente interesante. Basada en una novela del célebre Mircea Eliade (1907-1986), trata de un profesor que sufre una extraña mutación que lo lanza un paso adelante en la evolución humana. Este personaje, que es capaz de manejar a su favor las penurias que nos impone el paso del tiempo, se enamora de una mujer que, también mutante, es capaz de retroceder introspectivamente hasta los orígenes. Eso le permite hablar en idiomas ya perdidos, como el egipcio y el sumerio, hasta llegar al principio mismo de todo lo articulado. La idea de que el ingrediente principal de lo humano es el lenguaje, y que ahí está la llave de los tiempos parece bastante obvia, pero muchas de sus asociaciones no lo son tanto. Por ejemplo se puede llegar a la desquiciante conclusión que todos somos uno. Que dentro de cualquiera (incluso dentro de usted, aturdido lector) están todos los que fueron y todos los que serán. Y que si a uno le cayese un rayo (con el a veces letal estruendo de la fantasía) tal vez podría encontrar la ruta perdida que revele la clave de la inmensidad. Y entonces se podría recuperarlo todo. Especialmente eso que uno no sabe que ha perdido (pero que jode).
En 1980 Ken Russel de alguna manera también exploró esa idea con su Estados Alterados, una película sin duda más entretenida. Pero es evidente que Francis Ford Coppola ya no se considera parte de la industria del entretenimiento. Ya no le debe nada a nadie. Ya no necesita de la aprobación de nadie. Eso le permite incluso darse el lujo de no tener éxito (en el sentido de no tener omnipresencia mediática). Lo cual es el máximo estadio de libertad en esta sociedad tan exitista. Se sabe que este año presentará Tetro, una cinta realizada en Argentina, sobre los avatares de una rama de sus antepasados. No hay duda que, aunque un poco cara, el cine es seguramente la forma más excitante de practicar la introspección.

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