El problema de tener amigos de toda la vida es que las reuniones sociales encallan frecuentemente en las mismas emociones. Los comentarios hilarantes se reciclan hasta el inevitable agotamiento. Las noticias sorprendentes casi nunca son sorprendentes porque todo el mundo está permanentemente conectado. Así que la diversión en las reuniones sociales es otro de los grandes problemas que agobia a este siglo XXI.
Pero por fin este sábado soltaré en el bar algo verdadero. En este país polarizado, en este mundo escindido, todos deberían preguntarse por qué unos están allí y otros allá. He aquí la respuesta. La estructura neuronal de las personas de izquierdas y derechas es distinta. Frente a estímulos idénticos, la gente de derechas frunce el ceño y parpadea más. Y es que los progresistas tienen más materia gris en el córtex del cíngulo anterior y los conservadores en la amígdala inevitablemente derecha. Y, aunque los análisis genéticos son difíciles, parece que también progresistas y conservadores se diferencian en un gen receptor de la dopamina. Según John Hibbing, un politólogo estadounidense y profesor de la Foundation Regents University en el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Nebraska-Lincoln, lo que caracteriza a las personas de derechas es que son más sensibles a los cambios de comida, de población y de costumbres; sobre todo, los percibidos como inciertos. Los de izquierda, en cambio, adoran los cambios porque son ineptos en la gestión del aburrimiento. En general los de derecha prefieren el arte realista y los de izquierda el abstracto; los hogares conservadores tienen más productos de limpieza y calendarios; y, los progres, más maletas y estantes con una mixtura de clásicos y libros con fecha de caducidad.