Fue diagnosticado con agorafobia. Esa condición lo
obligaba a disfrutar del confinamiento. ¿Era un prisionero? Quién
sabe. En su juventud se dejó llevar por la idea de que una persona
normal debe mantener una activa vida social. Este mundo considera lo
gregario como algo no solo prestigioso, sino incluso indispensable.
Finalmente optó por resignarse frente a la fuerza gravitatoria y se
confinó a sus habitaciones. A partir de ese instante sus eventuales
y obligatorias incursiones en el mundo exterior le resultaron
doblemente desconcertantes. Sin embargo, y tal vez precisamente por
esto, sus días en la extrema soledad empezaron a florecer en
intensidad y plenitud. La dicha es un arbusto que da flores pequeñas
pero de colores profundos.
Una
enfermedad es una dolencia cuando se asume como una circunstancia
adversa. Cuando la enfermedad se revela como lo correcto, entonces
deja de ser una enfermedad. El
egocentrismo transmuta en lógico todo lo patológico. La palabra
caos adquiere, en un destello, un novísimo significado.
Ilustración: Alan McDonald.