miércoles, enero 17, 2018

El hijo pródigo

En las misas, a la hora del sermón, la historia del hijo pródigo es una de las favoritas. Todos pecamos un mínimo de siete veces al día, así que es claro que sin problema podemos identificarnos con el granuja en vez de con el hijo leal. Hay más regocijo en el Reino de Dios por una oveja redimida que por los noventa y nueve del apretado rebaño.
¿Pero esta historia es una muestra de bondad infinita o más bien el germen de una inquietante estrategia? ¿Acaso no se bendice de esta manera a los creyentes en la crónica agonía de pecado y arrepentimiento sobre la que se construye la alegría del cristianismo? ¿El histórico y masivo éxito de esta religión no tendrá su explicación en la disonancia esencial de los humanos? ¿Acaso esta especie animal no se ha expandido desmesuradamente conciliando milagrosamente su voracidad de depredador con ensoñaciones de perfección espiritual? 
Ilustración: Johan Muyle 

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