Todos creemos que nadie nos conoce mejor que nosotros mismos. En algunos aspectos, tal vez, pero en lo físico nadie nos conoce peor que nosotros mismos. Lo que pasa es que solo ocasionalmente nos cruzamos con un espejo o con un selfie. La mayor parte del tiempo son los otros los que nos miran. Y ellos saben qué apariencia tenemos. Los terribles otros.