miércoles, junio 11, 2025
Caín
jueves, mayo 01, 2025
La escalera de los enunciados sin sentido
Antes de cumplir treinta años, Ludwig Wittgenstein ya había proclamado, con la rotundidad de quien ha alcanzado la cima, que gracias a él todos los problemas del pensamiento estaban resueltos. Era 1918. El joven filósofo, prisionero de guerra en manos italianas, aprovechó el cautiverio para poner punto final a su trascendental obra: el Tractatus Logico-Philosophicus.
En ese libro, Wittgenstein trazó una frontera nítida entre los enunciados con verdadero significado -aquellos que pueden ser puestos a prueba- y los que solo simulan tenerlo, engañando así a la razón y a la cultura por pura apariencia. De su pluma surgió, además, una sentencia que ha trascendido el ámbito filosófico y se repite en incontables contextos: “De lo que no se puede hablar, es mejor callar”.
Tras sacudir los cimientos de la filosofía, Wittgenstein adoptó una postura radical: la coherencia, pensó, es una dolencia que a veces se adquiere con la edad. No le quedó entonces más remedio que alejarse de la filosofía. La angustia, junto con la obsesiva idea de acabar con su vida, lo empujaron a declarar que quería ganarse honestamente el sustento. Renunció a su enorme fortuna, entregándola con desdén a otros herederos acaudalados, y se marchó a enseñar en una remota provincia, lejos del bullicio intelectual.
Desafortunadamente, el brillante filósofo no encontró demasiada belleza entre los sencillos aldeanos. En una carta a uno de sus amigos, reportó que estos no le parecían “en absoluto personas, sino asquerosas larvas”.
Al cruzar la barrera de los cuarenta años, decidió finalmente regresar a Cambridge y se presentó allí luciendo su habitual pantalón de franela gris y sus toscos zapatos marrones. No tenía títulos oficiales ni recursos económicos. Lo poco que había ahorrado se esfumó rápidamente. Sus colegas le sugirieron recurrir a la generosidad de su familia, pero él rechazó la idea con firmeza: “Acepte, por favor, mi declaración escrita de que no solo tengo un buen número de parientes adinerados, sino que además estoy seguro de que me darían dinero si lo pidiera. Pero jamás les pediré un solo centavo”.
Wittgenstein era famoso por sus arrebatos de ira y su memoria rencorosa. Sin credenciales académicas, ni siquiera en el ambiente abierto de Cambridge era posible obtener una beca de investigación.
Fue entonces cuando Bertrand Russell, su antiguo maestro, propuso que presentara el Tractatus como tesis doctoral. Edward Moore y el propio Russell se dispusieron a examinarlo con filosas preguntas. Wittgenstein respondió: “Quizás este libro solo puedan comprenderlo aquellos que por sí solos hayan pensado los mismos o parecidos pensamientos a los que aquí se expresan”.
No ocultaba su escepticismo hacia el tribunal. De Edward Moore, considerado un lógico brillante, llegó a decir en privado que era “un excelente ejemplo de lo lejos que puede llegar un hombre carente de toda inteligencia”.
¿Cómo podría explicarles su famosa metáfora de la escalera de enunciados sin sentido, que hay que subir y luego desechar para ver el mundo con claridad meridiana?
Al final, Wittgenstein se levantó, cruzó la sala con paso lento y dijo: “No se preocupen, sé que jamás lo entenderán”.
Moore, encargado de redactar el informe, fue tajante: “En mi opinión personal, la tesis del señor Wittgenstein es la obra de un genio; pero, sea lo que fuere, alcanza el nivel requerido para el título de Cambridge de doctor en filosofía”.
Poco después, Wittgenstein obtuvo la imprescindible beca de investigación.
lunes, abril 28, 2025
El oficio de ser Dios
Según la cábala, Dios crea a cada instante un inmenso número de ángeles cuyo único propósito es, antes de desvanecerse en la nada, cantar a todo pulmón la alabanza de Dios ante su trono.
Ilustración: Rafael Sanzio.
lunes, marzo 17, 2025
El problema de ser un héroe
Cuando muchos años después Jon Lee Anderson lo interrogó, el boliviano que se presentó como voluntario para ejecutar al Che Guevara estalló, exasperado. Se había pasado media vida tratando de esquivar a los feroces curiosos, utilizando incluso disfraces. En su voluminosa biografía "Che Guevara: A Revolutionary Life", Jon Lee Anderson cuenta que a Mario Terán le habían ordenado no disparar en la cara, así que apuntó su rifle semiautomático y jaló el gatillo, hiriendo a Guevara en brazos y piernas. Mientras el Che se retorcía en el suelo, mordiéndose una de las muñecas, Terán disparó otra ráfaga. La bala mortal entró en el tórax, llenándole los pulmones de sangre.
miércoles, marzo 12, 2025
Aunque los vientos de la vida soplen fuerte
Cuando se anunció el proyecto de El Búho, las tertulias locales ardieron de entusiasmo. Muchos creían que esta ciudad tradicional había estado gestando algo interesante durante las últimas décadas del siglo XX, y que el nuevo milenio era el momento perfecto para algo trascendental: una publicación que expresara a la nueva generación abordando la crisis crónica de la política peruana.
Y es que en tiempos de incertidumbre, el periodismo independiente se erige como un pilar fundamental de la democracia. Su valor no radica únicamente en la inmediatez de la noticia, sino en su capacidad para trazar las líneas de fondo, contextualizar los acontecimientos y resistir las presiones que buscan domesticarlo. Mabel Cáceres, quien se había forjado durante varios años dirigiendo TVUNSA por encargo del rector Juan Manuel Guillén, fue la llamada a dirigir al pequeño equipo que tendría que enfrentar los grandes desafíos.
Recuerdo cómo los amigos se pasaban la voz instando a sumarse a los suscriptores necesarios para dar vida al proyecto inicial. En pocos días, muchos se apresuraron a contribuir orgullosamente. Y es que todos rápidamente comprendieron que "El Búho" no era otro de esos proyectos efímeros, aquellos que en pocos meses se esfuman sin pena ni gloria. "El Búho" tenía fuerza interior —perseverancia y resistencia— esencial para logros duraderos.
Han pasado 25 años desde entonces. El Búho tuvo que enfrentar una serie de cambios tecnológicos, culturales y económicos que transformaron radicalmente la forma en que las personas consumen información. Los dispositivos electrónicos se hicieron omnipresentes y las personas sumergieron sus narices en las luminosas pantallas. Lo inmediato y lo gratuito parecía arrasar sin piedad una larga tradición de la prensa.
Hace poco, una periodista de otro medio me contó que le había preguntado a Mabel cómo logró durar tantos años sin abandonarse al desaliento. Ella contestó que lo que verdaderamente importa es tener una perspectiva a largo plazo y suficiente flexibilidad para reinventarse. Sólo así se evita que los días malos envenenen el corazón de todo el proyecto.
En un panorama mediático en constante transformación, pocas publicaciones logran combinar con acierto la inmediatez de la noticia con la profundidad del periodismo de investigación. Durante este cuarto de siglo, El Búho ha sabido consolidarse como un referente del periodismo independiente en la Ciudad Blanca, ofreciendo crónicas que capturan la esencia de la vida cotidiana, reportajes de investigación que desentrañan los desafíos de la región y una tenaz cobertura de la actualidad. A ello se suma una sección cultural, en la que se da espacio a la literatura, el cine y la identidad arequipeña, ofreciendo entrevistas a escritores, artistas y pensadores que enriquecen el debate público.
En tiempos de desinformación y polarización, El Búho se mantiene firme en su apuesta, demostrando que la prensa escrita, lejos de extinguirse, sigue siendo un pilar fundamental para la reflexión y el análisis en la sociedad contemporánea. El Búho, además, convoca anualmente concursos de creación literaria, de ensayo y de crónica periodística. Entrega también un trofeo a la gente de su tribu, aquellos que duran, aquellos que saben resistir porque les gusta lo que hacen, porque saben que tienen algo que decir.
jueves, marzo 06, 2025
Nunca hay que desperdiciar una buena crisis
jueves, enero 09, 2025
El efecto misterioso de la violencia de Dios
Con la llegada de Cristóbal Colón se restaron cincuenta y seis millones de individuos al planeta Tierra.
Los abandonados campos de cultivo fueron espontáneamente sumados a las selvas vírgenes.
El CO2 se precipitó y la temperatura declinó en toda la faz del planeta Tierra.
La ciudad de Cremona se hallaba entre un bosque de abetos y uno de arces.
Los anillos de crecimiento de los árboles se apretaron y la madera alcanzó una prodigiosa densidad.
Tocado por un arrebato, el luthier Antonio Stradivarius ensambló y barnizó un violín de mortífera belleza.
Nunca se enteró que todo se lo debía a los tercos afanes de don Cristóbal Colón.
Caín
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