Como solía asegurar Alfred, la acción sucedió en ningún sitio, es decir en Arequipa. Arequipa era una provincia más remota de lo que es hoy, y uno dedicaba buena parte del día a saludar a los transeúntes. En aquellos tiempos todos solíamos beber abundante pisco adulterado en mesas de formica celeste. Yo era muy dado a la euforia y siempre, siempre, patrullaba con un folder de poemas recién cosechados. Sin duda era un tipo fastidioso, porque me metía en el papel de poeta joven y lanzaba los poemas sin provocación previa, en voz muy alta, llevando el ritmo con la mano derecha. Hasta que un día, no sé por qué, una chica hizo la pregunta: ¿Cuándo empezaste a escribir? Aparentemente yo había esperado años a que alguien formulase esa grave interrogante y tenía la respuesta ya mecanografiada. Creo que dije algo sobre mi vieja Underwood y sobre el mundo desolado y aquello de solo la poesía y nada más que la poesía.
Esa
fue la primera vez que advertí que la gente tenía una especial
predilección por la mentira. Pero, ¿qué es lo que debía haber
respondido? ¿Empecé a escribir porque había una preciosa chica en
la calle La Merced? ¿Empecé a escribir porque quería explorar los
límites del lenguaje humano? ¿Empecé a escribir porque un día
sentí que mi mano vibraba inconteniblemente? En realidad, si es
obligatorio ser fiel a la verdad, empecé a escribir porque la poesía
es una ambición. Una pura y simple ambición.
Ser
salvaje era algo que estaba muy de moda en los años setenta. Ser
salvaje y ser joven era la manera de estar en la onda en aquellos
remotos tiempos. Y ser salvaje y ser joven y pertenecer a una manada
era algo que parecía obligatorio. Por esa razón los poetas creían
necesario institucionalizarse lanzando revistas y manifiestos bajo
alguna etiqueta resonante. Si bien mis amigos y yo fuimos culpables
de publicar la revista Ómnibus y algún travieso manifiesto, lo
hicimos impulsados por un ritual que era simultáneamente afirmativo
y negativo. Porque ya en aquellos remotos tiempos adivinábamos que
la fiesta, la ironía y el humor, pueden perfectamente rimar con el
furor, la ira y las diversas formas de la acción.
Fragmento de texto leído en el Hay festival Arequipa 2018.