Antes de apretar el gatillo yo experimentaba un equilibrio emocional insuperable. Una voz interior declamaba: ¡Hazlo! Después de disparar sentí como si la imagen de un gran televisor se hubiese congelado. Me mantuve de pie, con el arma en posición horizontal, como la figura de un poster. Vino el portero del edificio y sacudió mi brazo hasta que el arma cayó. Saqué la novela de J.D. Salinger del bolsillo e intenté leer. Deseaba que la policía llegara de una vez.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)
Antologías
Hay épocas raras en las que ocurre lo que no ocurre nunca. Por ejemplo, en la primera semana de octubre del año de 2025 aparecieron dos anto...
-
A pocos metros de la calle Puente Bolognesi, entrando al antiguo callejón del Solar, quedaba la picantería El Gato Negro. Fue la primera p...
-
Edmundo de los Ríos fue uno de esos enigmáticos escritores con una obra excesivamente secreta. Tal vez eso tiñó su destino. Tal vez su te...
-
En Arequipa no paraban de hablar de un tipo flaco que había sido galardonado en Cuba y México. Juan Rulfo le había dedicado una f...
