miércoles, junio 01, 2011

Varguitas


Allen Barra arguye aquí para el mundo anglosajón sobre lo genial de Vargas Llosa.  

martes, mayo 10, 2011

Foto para la historia

la foto que (aún) no hemos visto tiene los despojos del que cayó
pero hay otra disponible (con alta resolución)
un grupo de personas miran algo (una pantalla)
fue tomada por Pete Souza, jefe de fotógrafos de la Casa Blanca
este puñado de hombres y mujeres están pendientes de algo (el asalto en Abbottabad)
en directo
Hillary Clinton cubriéndose la boca (tal vez por una feroz alergia primaveral)
Tony Binken, consejero de seguridad
Audrey Tomason, directora de contraterrorismo
tienen que esforzarse para ver por encima del hombro de Bill Daley, jefe de Gabinete
(dicen que el vicepresidente tiene un rosario entre los dedos)
uno de los personajes no mira hacia donde todos miran
es el general Brad Webb (de los comandos especiales)
que se afana como un escolar (sobre el teclado)
pero el rostro que no está en el centro  es el rostro que está en el centro
es un rostro de trágica seriedad
es un rostro sutilmente cincelado (por la potencia del instante)
We got him, dice él
pero nada
no pudimos ver (casi) nada
en esa (trascendente) noche detrás de la pantalla

jueves, mayo 05, 2011

David Eagleman pregunta


¿Y qué tal si aterrizan extraterrestres que viven en una diferente escala de tiempo que nosotros?
¿Nos verían de la misma displicente manera que nosotros dedicamos a los árboles?

ver artículo aquí.

jueves, abril 14, 2011

Matinée


Mr. Pink se incorporó. Sus ojos escanearon una cuadricula tras otra. Con los dientes aún apretados dijo algo. Entonces exhibió la pistola. Algunas personas replicaron con un corto chillido. Simultáneamente, en el otro extremo, Mr. Green alzó un mentón furibundo afirmándose sobre ambas piernas.  Y mostró su arma. La situación de rehenes ha sido ampliamente documentada. No se recomienda ofrecer resistencia. ¿Qué quieren? Pero inevitablemente el guardia intentó cumplir con su deber. Un segundo después yacía en el suelo. Una mancha ominosa junto a la oreja.
El teléfono parecía haber cobrado vida propia. Una voz minúscula escapaba del auricular. Vibrante. El forajido enrojeció. “Cada cinco minutos”. Gritó. “Cada cinco minutos borro del mapa a un rehén”. Clásico. Y los prisioneros repentinamente podían dar cualquier cosa por una botella de agua. Pero nadie tenía hambre aún. Entonces el teléfono. Otra vez. Finalmente Mr. Pink dijo que no había problema, que nadie debía preocuparse. Y sonriendo disparó a la cabeza de un tipo rubio que no había dicho ni pio. Y este echó la cabeza hacia atrás y se derrumbó, en cámara lenta. Y no gritaron ni los que gritan. No podía ser real lo que acababa de ser real.
En ese momento Pedro Jiménez, como un rayo, dio dos pasos largos. Todos vieron (o luego dijeron que vieron) el canto de su mano contra la tráquea de Mr. Green. Lo vieron  alzarse como un gato hasta el techo, contra las paredes, pateando, para esquivar las balas de Mr. Pink. Y finalmente fueron testigos de cómo lanzó un cuchillo con mortífera certeza.
Festín para los medios. Algunos aseguraban que Pedro Jiménez, el humilde empleado del Consejo Provincial, había sido en sus buenos tiempos miembro de las temidas Fuerzas Especiales. Pero no. Pedro Jiménez contó que viendo películas se había convencido que ese tipo de cosas le pasan a cualquiera. Y que hace años que se preparaba.  Matinée, vermouth y noche.


La herida más hermosa del mundo

El gesto de sorpresa ante el fenómeno de la existencia tiene muchas formas ¿Entre tantas opciones por qué un genio de provincias eligió la i...