jueves, mayo 13, 2010

Encuentro en Metropolis


En Berlín un editor del semanario Die Zeit recibió a Paula Félix-Didier con un ramo de peonías. Paula llevaba un simple DVD con ciertos fragmentos extraviados durante 8 décadas. Los responsables de anteriores restauraciones aguardaban impacientes, deseosos de acceder a la verdadera historia, la completa.
El asunto había empezado el 10 de enero de 1927 en el UFA-Palast, cuando se estrenó la gran obra de Fritz Lang. Metropolis había demandado un dispendio sin precedentes: 200,000 piezas de vestuario, 36,000 extras, 310 días y 60 noches en las que fluyeron más de 5 millones de Reichmarks. Luego de la espectacular premiere, sin embargo, los críticos casi no encontraron palabras amables. Incluso un ejecutivo, alarmado, exigió la supresión de aparentes instigaciones marxistas. Coincidentemente, los comunistas alzaron la voz para denunciar lo peligrosamente reaccionario del film. En ese momento se hicieron presentes los de Paramount Pictures, la distribuidora, y dictaron sentencia: Los 150 minutos del film tenían que ser mutilados.
Pero el tiempo hizo su trabajo y la torturada copia desprovista de un gran trozo de su esplendor probó ser fascinante. Ridley Scott y Stanley Kubrick, en su momento, se dejaron contaminar. En 1984 Giorgio Moroder se lanzó a la aventura de una restauración coloreada con la bizarra ambición de escoltar la música de Freddie Mercury y Bonnie Tyler. La colonización de la cultura popular continuó con videos para Madonna, para Pink Floyd y para todo Queen. Metropolis se consolidó como un mito.
Pero en algún rincón del mundo alguien se angustiaba. Pensaba que qué terrible. Lo que tendría que ser perfecto va por el mundo exhibiendo la cicatriz. Lo que podría galopar camina. Lo que podría alzar vuelo solo se eleva. Pensaba en qué pasaría en el mundo si todo lo que está incompleto fuese bendecido de pronto. Y eso fue lo que ocurrió. Pero no una vez sino dos. O quizá hasta tres.
Entre las 1200 personas que se habían agolpado en el teatro berlinés aquel lunes de 1927 estaba Adolfo Z. Wilson, gerente de la distribuidora Terra films, de la casi remota Argentina. Si hubiese vacilado solo un poco a la hora de comprar los derechos sin duda la historia hubiese sido mucho menos divertida. Pero lo que metió en su maleta fue lo que había concebido Fritz Lang.
No sabemos si los de Mendoza o Rosario se sintieron gratificados por las dos horas y media de sano esparcimiento, pero probablemente en Buenos Aires un Borges nada ciego aprovechó para armar un par de frases insanamente ingeniosas. Y luego, cuando ya tocaba la hora de olvidar, en aquellos tiempos, justo después de cumplir el ciclo de exhibición, las copias tenían que esfumarse en manos del exterminador. Esto engendró otra oportunidad para la buena estrella. El reputado crítico Manuel Peña Rodríguez salió de la sala de cine y sintió que era imprescindible comprometer a Wilson, tal vez con un regalo especial. Quizá algo exótico como una botella de buen pisco recién importado de la lejana Ica, en Perú. O más probablemente, mientras cortaba un bife de chorizo, fue Wilson el que abogó por la sobrevivencia de aquella obra maravillosamente inaudita, quizá tocada por el genio. La cosa es que de alguna manera los tres carretes terminaron en la colección privada de Peña, para ser ocasionalmente prestados al inevitable cinéfilo desaforado. Y así, con secreta perfección, sólo al fondo de Sudamérica refulgía lo casi perdido. Y únicamente varios lustros después, en 1960, se inició otro capítulo cuando, agobiado por un cáncer, el viejo crítico se vio en la urgencia de venderlo todo.
Los films nitrato de celulosa pueden inflamarse con prodigioso facilidad, pueden incluso explotar. Por esta razón el Fondo Nacional de las Artes ordenó que la copia original en 35 mm anteriormente poseída por Wilson fuese transferida a celuloide. Aquí, por desgracia, la suerte no hizo su mejor trabajo. Alguien tomó la inevitable decisión de degradar la calidad al optar por los 16 mm, sin duda con la idea de servir mejor a pequeños cine clubs. Tristemente el trabajo no resultó demasiado meticuloso, son testigos el polvo y los cabellos. Pero esa copia debe haber trajinado por abundantes y oscuras salas pequeñas e incomodas repletas siempre de jovenzuelos apasionados. Los cinéfilos son una especie sin par. Su devoción a veces se traduce en obsesión, y su obsesión con demasiada frecuencia deriva en una mutación de erudita arrogancia. Son así y así los quieren sus novias.
En algún momento en la recta final del siglo XX apareció en la escena otro Peña. Este, Fernando Peña, escuchó cierta noche que alguien se quejaba de lo infernal que a veces resultaba batirse con las viejas máquinas proyectoras que saltaban, se interrumpían, vibraban o se estremecían. Aquel malgeniado maquinista había soltado algo que quedó grabado en la zona de sombra. Dijo que lo terrible de Metrópolis es que obligaba a batallar “más de dos horas”. Peña consultó entonces su gastada enciclopedia del cine y le comunicó su inquietud a Paula Félix-Didier, su novia de ese momento. Desafortunadamente la burocracia enquistada y sabe Dios qué otras angustias no dejaron espacio para una certera pesquisa. Pero el asunto siguió reverberando hasta que en 2008, finalmente, Paula fue nombrada directora del Museo del Cine Pablo Ducrós. Sentada en su pequeño escritorio tomó el teléfono y marcó el de Peña. Y no les tomó demasiado trabajo encontrarla. Ahí estaba. En unas latas herrumbrosas. Bien catalogadita. Pero cantar victoria no fue tan fácil. Los alemanes no respondieron a los mails, y Fernando Peña tuvo que aprovechar un viaje a Madrid para conseguir el respaldo de un amigo con las exactas conexiones. Y solo entonces Paula pudo hacer el gran viaje con su tesoro. El arco narrativo de Metropolis había recobrado su forma original. Por fin.
Con el material rehabilitado el tono y el enfoque de Metropolis resultó sustancialmente alterado. El historiador alemán Martin Koerber asegura que se ha recuperado el balance de la historia, que el film armoniza muchos géneros, que es una épica sobre conflictos generacionales. Lo más curioso, dice, es que al final uno llega a la conclusión que el elemento de ciencia ficción tiene una importancia subordinada. En febrero, en el Festival de Berlín, se exhibió por fin la nueva copia con los 25 minutos extraviados. Se espera que a fines de este año esté disponible para los devotos la versión en DVD. Por fin.

martes, abril 27, 2010

El albur de los 1000˚


Algo de razón tiene Szyszlo cuando asegura que los escultores son excavadores, que son sujetos que van liberando a esos trozos terrícolas de todo lo que les sobra, hasta encontrar alguna forma perdida y esencial. Los volúmenes, la materia, lo palpablemente físico. La escultura enfrenta los misterios de todo lo que está azotado por las fuerzas regimentadas por Newton. O sea todo lo que configura lo aéreo, todo el soporte de lo incorpóreo de nuestro universo.
Conocí a Germán Rondón en los viejos tiempos. Recuerdo que a lo largo del día solía modelar figuras abominables creando estupefacción en las inmediaciones de la calle Rivero. No se si pretendía que aquello cobrase vida para apoderarse del mundo. Lo que si estoy seguro es que luego de esta primera etapa empezó a comprender que el arte busca ante todo derrotar a lo monstruoso, a lo caótico, revelando –a través de ese acto de síntesis llamado belleza- claves ocultas de lo angustiosamente sin forma. A partir de esa convicción sus obras empezaron a tornarse algo más estilizadas y en ese sentido su última individual en el ICPN de Arequipa representa un interesante paso adelante.
El misterio del trozo de arcilla es que contiene en forma latente todos los trozos de arcilla del universo y un poco más. Ese plus es lo que le había interesado siempre a Germán Rondón hasta que descubrió lo fascinante del material en estado bruto, de lo aún desprovisto de atributos. Eso lo ha conducido sin duda a purificar un tanto las formas de su trabajo consiguiendo, paradójicamente, una mayor precisión con la potencia de su misión. Porque si echamos una mirada retrospectiva comprobamos que lo que siempre lo inquietó fue el dilema, el cómo distinguir, dentro de los millones de formas posibles ya ensayadas por tantos, la forma precisa que llevaría su huella. Por eso ahora su aventura parece más armoniosa, y podemos imaginarlo, poseído siempre, pero más afinado, en esas horas de perfecta soledad antes de someter absolutamente todo al albur de los mil grados centígrados.

miércoles, noviembre 04, 2009

Entierro de Quintino


El que fuera ex alumno de la promoción 49 del Colegio Independencia Americana, recibió el último adiós de compañeros de colegio y de familiares de parte de su medio hermano Julio Fuentes Valdivia. Pasado el medio día de hoy fue sepultado Quintin Delgado Valdivia en el pabellón San Esteban del cementerio de la Apacheta, luego que falleciera el pasado domingo. En el velatorio del hospital Goyeneche se hizo presente su esposa Fernandina Teodocia Rodríguez Rodríguez, que lo abandonara luego que Quintino perdiera la memoria y de cobrar la indemnización de Enafer Perú, donde él trabajara hace más de 35 años. Hasta este mismo lugar se hicieron presentes algunas autoridades, entre ellos el ex alcalde Juan Manuel Guillén Benavides, compartiendo recuerdos del llamado dueño de Arequipa y del mundo. (El Pueblo, Arequipa, martes 25 de mayo de 2004). En "Cosas Infames (y otros textos)" Editorial Estruendomudo.

lunes, octubre 26, 2009

La soledad del corredor de larga distancia


UNO. El origen de la vida ocurrió hace unos 3.500 millones de años”, asegura el geoquímico Hiroshi Ohmoto y su equipo de la Universidad de Pensilvania. Llegaron a esa conclusión tras encontrar diminutos cristales de hematita, un mineral de hierro, en una formación de jaspe en el Cratón de Pilbara, en el noroeste de Australia.

DOS. Soñé una historia. En un mundo de dioses un dios comete un crimen. El resto comprende que no les queda otra alternativa que inventar el concepto de castigo. Deben someter al dios criminal al peligro. Pero en el mundo de los dioses el peligro no existe. Entonces inventan una máquina sutil que genera conflicto de una manera dosificada para que la saturación no aturda la sensibilidad del caído. Esa máquina es la vida. Los seres humanos, todos, somos el cuerpo de ese dios.

TRES. Margarite Yourcenar señala que no hay que perder nunca de vista el diagrama de una vida humana, que no se compone, por más que se diga, de una horizontal y de dos perpendiculares, sino más bien de tres líneas sinuosas, perdidas hacia el infinito, constantemente próximas y divergentes: lo que un hombre ha creído ser, lo que ha querido ser, y lo que fue.

CUATRO. El Rabí Low manufacturó una figura de arcilla y la dotó con el poder de su propia mente (que es un poder derivado de Dios). La transferencia se efectuó cuando el Rabí escribió el nombre de Dios en un trozo de papel y lo colocó en los labios del golem, consiguiendo un efecto instantáneo. Cada día el golem hacía trabajos para el rabí, excepto los sábados, días dedicados al descanso, en los que el rabí extraía el papel con el nombre de Dios. Un viernes olvidó sacar el nombre de Dios de los labios del golem y dejó sola a la criatura mientras se dirigía a la sinagoga. Poco después de su partida el golem adquirió gigantescas proporciones y empezó a vagar por las calles de Praga causando terribles daños.

CINCO. Soñé una idea. El universo es un accidente de la nada. Una imperfección del absoluto. ¿Qué es la vida en ese contexto? Lo imperfecto debatiéndose desesperadamente en busca de algo. ¿Qué? El día en que todas las cifras vuelvan a cuadrar.

SEIS. El pico exasperado de la vida es el universo de lo humano. La existencia que, en estado de delirio, se observa a sí misma.

SIETE. Las ambiciones más populares se refieren a poder, dinero y amor (en su modalidad más sexual). En torno a esos temas la gente suele medir su realización vital. En la película The RainMaker (1956), los personajes interpretados por Katharine Hepburn y Burt Lancaster conversan sobre los respectivos sueños de sus vidas. Ella confiesa que se sentiría absolutamente realizada “haciendo feliz a alguien”. Es una respuesta noble, romántica, aunque terriblemente doméstica, ya que se refiere a la institución básica de la sociedad tradicional. La respuesta del personaje de Lancaster en cambio es sorprendente. “Hacer un milagro”, dice él, es lo único a lo que aspiro”.
Ilustración: Gary Hill.

lunes, octubre 12, 2009

Música para mirar chicas



UNO. Bajé la cabeza y lamí la sal del Pacífico mezclada con el fresco interior de sus muslos. Con las manos acunando sus caderas, la sostuve, la alcé como se alza un cáliz, mientras que con la lengua busqué el lugar, el punto, la precisa longitud de onda que la transportase a su verdadero hogar.
DOS. El florentino y platónico Marsilio Ficino pensaba que los impulsos de un verdadero amante no se sacian con la simple intensidad de las caricias, ya que no es el cuerpo lo que se desea, sino el esplendor que brilla a través de la carne, un esplendor que llena de asombro.
TRES. El clítoris es la madre del microchip, es junto con la retina y la membrana timpánica el triunfo de la evolución. Philip Roth asegura que los miles y miles de orgasmos que bailan en ese punto preciso conforman un gran testimonio de la existencia de Dios. Y argumenta: ¿Para qué necesitan joyas cuando tienen ESO? Y está ahí por ninguna razón más que por la razón por la que está ahí. No para que corra agua ni para diseminar utilitaria simiente. Concluye: Sin duda es un regalo del Hacedor, un ser generoso y con una auténtica debilidad por las damas.
CUATRO. La muy hispánica Penelope Cruz es ya la más cotizada actriz del continente europeo. Woody Allen, ese dirty old man, ha confesado que no le gusta verla de frente porque le resulta una experiencia inquietante. Almodovar, en cambio, dice que Penelope es extremadamente emocional, y que únicamente la caracterización de personajes le permite manejar algo que sería trágico para un simple ser unidimensional.
CINCO. Aunque parezca increíble según el viejo Kundera el arte de chapar no es patrimonio de la humanidad. Según le han contado, en china y en Japón la cultura erótica no conoce el beso con la boca abierta. El intercambio de salivas no sería, entonces, una fatalidad del erotismo, sino un capricho, una desviación, una cochinada específicamente occidental.
SEIS. Las actrices francesas tienen algo que las hace diferentes a sus colegas de otras latitudes. Tal vez se deba al extraño efecto producido por la fonética de su extraño idioma sobre la configuración de su postura.
SIETE. Aunque tal vez todo lo decisivo está en los ojos. La adulta consistencia de Isabelle Huppert se centra en la engañosa opacidad de su mirada. Audrey Tautou, en cambio, personifica la radiante fragilidad, con esos ojos empapados de luz matinal. Y mi favorita, Marion Cotillard, tan irresistiblemente Trilce.
OCHO. Francia en realidad es un país con identidad femenina y la mítica Marianne con su gorro frigio y sus pechos desnudos es su personificación. A nivel global fue Brigitte Bardot, que acaba de cumplir 75 años, quien consagró la idea que asocia a Francia con mujeres de femenina destreza. En 1956, en Y Dios creó a la mujer, un personaje, luego de contemplarla, se pregunta: ¿Es su culo una canción?
NUEVE. La siempre imprescindible Wikipedia en su entrada sobre el deleite informa: “con la mano también se puede conseguir placer”. Aclara: “por ejemplo rascándose”.
Ilustración: Nam June Paik.

domingo, octubre 04, 2009

El tiempo de Gastón


Esta semana la revista Time reporta sobre la exitosa campaña de la cocina peruana para conquistar el mundo (del apetito). Ver artículo aquí.

¿Dónde están los buenos?

  Durante décadas se fue constituyendo la idea de que la víctima emblemática y mediática universal eran los judíos. Miles de libros y pelícu...