jueves, marzo 09, 2006

Jorge Eduardo Eielson (Lima 1924, Milan 2006)




CUERPO ENAMORADO

Miro mi sexo con ternura
Toco la punta de mi cuerpo
enamorado Y no soy yo que veo
sino el otro El mismo mono
milenario Que se refleja en el
remanso y ríe Amo el espejo en
que contemplo Mi espesa barba
y mi tristeza
Mis pantalones grises y la lluvia
Miro mi sexo con ternura
Mi glande puro y mis testículos
Repletos de amargura
Y no soy yo que sufre sino el otro
El mismo mono milenario
Que se refleja en el espejo y llora.

  • Más poemas
  • viernes, marzo 03, 2006

    Felipe Guaman con su hijo y con su perro en Ariquipa


    Para que veáis, cristiano lector, de las cosas que Dios hizo para los hombres esto se escribe considerándose que no se puede saber todo y tanto ni de tantos años porque el mundo está ya viejo que sólo Dios en su secreto sabe todo lo pasado y lo venidero

    Para que veáis se pone y se escribe que los varones y doncellas de la dicha Ariquipa sembraron y entonces cosecharon y con la poca sombra quedó solamente la fe en la virgen de Chapi. Pues que éstos hacían oración diciendo: "¡Oh! ¿Adónde estás? ¿En el cielo o en el límite del mundo o en el infierno? ¿Adónde estás? ¡Óyeme! ¡Óyeme!"

    Mira, los que se juntaron por el río Chili hicieron fama de terquedad y del pecado de orgullo
    Y querían a su tierra como si su tierra no fuese quebradas y pedruscos y no fuese sitio como todo. Que en esta tierra primero vivían serpientes, duendes, zorras, venados.
    Estos dichos primeros Indios los mataron y conquistaron la tierra y señoriaron ellos y se entraron en este reino
    pero los que vinieron después construyeron la casa sobre otra casa. Caminos anchos y largos. Carros para correr. Sitios para gastar.

    Mira, cristiano lector, aprende de esta gente bárbara
    que en el antes no se halló adúltera ni había puta ni puto porque tenían una regla que mandaba que las dichas mujeres no le habían de dar de comer cosa de sustancia ni chicha Tenía esta ley y así no se hacían garañonas en este reino
    Mira, cómo usaban de humanidad y por ello todos estaban en la plaza porque se allegasen peregrinos, extranjeros, huérfanos, enfermos. Y todos bebían la chicha y comían el rocoto con carne cortada
    Pedazos picantes domesticados
    Y traían canastas del río
    Camarones en chupi y aji
    Y riendo mordían los cuyes
    El animal extendido y una piedra de río

    Mira, cristiano lector, de cómo no aguaitaban hechiceros
    ni persona que da ponzoña
    ni renegaciones
    porque los mataban vivos con mucha pena y castigo a pedradas y los despeñaban.
    Y así había buena justicia y castigo en los malos
    Ahora más castiga al pobre y a los ricos le perdona. ¡Mala justicia!
    Y otros dijeron que los indios eran salvajes animales
    Como si no tuvieran ley ni oración ni hábito de Adán y fueran como caballo

    Mira, cristiano lector, mira esta gente, ahora
    no saben quiénes son
    Los caciques se escapan del pueblo con oro
    Los hechizadores pintan su rostro rayado
    El ladrón dice que otro es ladrón
    ¿A quién van a creer?
    Mira qué tanta suma de indios podía haber en el reino
    Mira, dicen que una vez con temblor se murió muy mucha gente
    Y no les podían acabar todos los buitres de este reino. Que así lo cuenta.
    Y dicen que los viejos decían. ¡Castigo! ¡Castigo!
    ¿Pero quién merece tanto mal como perderse en su casa?

    lunes, octubre 10, 2005

    La niña santa


    El cine de Lucrecia Martel es uno de los más personales en el ámbito hispano. Su sigilosa pero penetrante mirada explora el borroso drama que se desarrolla en torno a la aparente llaneza de la vida cotidiana. Nadie ha captado el espíritu de la provincia con más perspicacia e intensidad que esta argentina nacida en Salta, bastante hacia el norte de Buenos Aires. Evitando la tentación de la sátira o de la caricatura, consigue explorar en esos modos lentos y sin gracia tan propios de la periferia, encontrando y develando una subterránea y peculiar corriente lúbrica que se mueve en zonas donde el tiempo corre de manera diferente, en ciudades donde los signos de la interacción social no están puntuados por el pragmatismo de las capitales. La ciénaga (2001), su primera película, que fue galardonada como la mejor opera prima en el festival de Berlín, muestra la sutileza de su talento, que no comunica directamente, sino que por medio de su pausada dramaturgia tan bien articulada crea una efecto hipnótico que nos lleva al umbral mismo de la consciencia, del lenguaje. A esto se le suma su uso minimalista de la banda sonora, que hace del silencio un gran espacio donde desplegar los “gritos y susurros” de los personajes. La niña santa, que fue lanzado el año pasado, nos confirma a la Martell como la más notoria promesa del cine de autor hispanoamericano

    viernes, octubre 07, 2005

    Salsa Retórica


    Advierta el amable lector que en las secciones gastronómicas, los comentaristas de cocina escriben sus notas exigiendo radicalmente a su colección de adjetivos. Es que esas palabrejas son los más vivaces sazonadores. Va un ejemplo de nuestra propia bodega.

    El Chupe de Camarones de río encuentra un soporte amable y nada codicioso en la leche, que modera el fulgor del ají colorado, pero no lo mata, ni lo duerme, sólo extienden juntos una sábana que alcanza un pliegue precioso, turbador, en el sesgo del huacatay. El huevo escalfado, el repollo picado, las habas, el zapallo, suman juntos en un encargo de distracción que la leve mordida de queso serrano lleva a su pico elevado. Todos, incluso el arroz y la papa preparan el camino al sabor de la colita de camarón, al sabor rosado, casi blando.

    El Chaque de Tripas es sabroso, espeso, robusto, quizá abrumador. Su sabor se consigue con una afanosa yunta de vaca (en lomos), chancho (en chicharrón), cordero (en tripa) y hasta de algo de llama (en cecina). Un caldo inmoderado y generoso. Sólo el rocoto de huerta, hervido, reposado, azota, dice arre, al caballo pinto de nuestro apetito.

    El Rocoto Relleno plantea algo de filosofía. Es un equilibrio de elementos que permite encenderse -trepar, alzarse, levantarse- en un aromático incendio para acceder a la altiplánica dimensión del relleno (carne, maní y aceitunas), todo endulzado con pasas sin pepa. La corona de queso serrano cumple aquí sin duda el papel de sereno mediador que empieza su trabajo ya desde el interior de un horno de leña.

    martes, octubre 04, 2005

    Sabrosa perversión


    En la historia de la humanidad millones de personas han muerto y siguen muriendo de hambre y, simultáneamente, hay otros que murieron y siguen muriendo de tanto comer. Es sin duda la más redonda de las ironías que cultiva esta civilización. Para hambrientos y sobrealimentados -dice el brasileño Rubem Fonseca- comer es la actividad más importante que existe. Comer es una urgencia y toda urgencia es trascendental.

    Savarín, uno de los principales apóstoles del paladar afirmaba también que la gastronomía rige la vida entera, ya que el llanto del recién nacido reclama el rebosante seno de la nodriza; y el moribundo recibe aún con inexplicable avidez la poción suprema que, ¡ay! no podrá ya digerir.

    Pero quizá el viejo Savarín exageraba. Satisfacer las necesidades alimenticias no es exactamente el asunto principal de la gastronomía. La Real Academia la define más bien como el arte de preparar una buena comida y la afición a comer regaladamente.

    El refinamiento gastronómico en realidad se origina de una perversión propia de la civilización que consiste en focalizar su interés en el apetito y no en el simple afán de sobrevivir. Se supone que el apetito es sólo un instrumento del organismo, una alarma que anuncia la necesidad de un nuevo cargamento de energía. Pero cuando un individuo o una sociedad llegan al punto en que la emergencia por el alimento ha sido superada, es comprensible que se oriente a explorar los matices de la satisfacción del hambre. Ahí aparece el arte gastronómico.

    La gastronomía es seguramente una de las bellas artes, pero su vehículo y materia prima -apetito e ingredientes- son fuertemente terrenales. No en vano el flaco Woody Allen se quejaba de que a pesar que detestaba la realidad, había que reconocer que era el único lugar donde se podía conseguir un buen bistec.

    Las recetas son las partituras y los cocineros son los intérpretes, pero a diferencia de la música que puede dejar constancia de su milagro en una buena grabación, el arte gastronómico es efímero, y luego del instante de revelación sólo queda el recuerdo. Una impresión efímera pero no deleznable: su acción, como el trabajo del olfato, cala hondo y transforma nuestra existencia de una manera que deja poco espacio para la razón. Pero ahí está, como un camino más en la búsqueda de la belleza, como una cosa más que permite trascendernos.

    domingo, octubre 02, 2005


    El científico de Flandes.

    El carnero sonriente

    En aquellos tiempos en la ciudad de Arequipa había un bar llamado “El Carnero Sonriente”. Era un bar frecuentado por un famoso matemático oriundo de Flandes. Este sujeto era muy aficionado al licor de la casa. El científico de Flandes decía que el pisco “Demonio Invisible” era el licor más traslúcido que había sido creado por el género humano. Y lo consumía devotamente pensando que sólo un accidente había hecho posible tal néctar. Pensaba que la gente odiaba las situaciones accidentales y que pronto alguien haría correcciones. Y entonces el pisco ese diáfano demonio pasaría a ser un pisco como los otros piscos. Transparente, pero no tan transparente. O, incluso, y eso sí sería catastrófico, el propietario forzaría a sus químicos o técnicos viníferos o enológicos a teñir la espirituosa bebida con una tonalidad similar al color de la luz de la luna. El científico de Flandes le dijo en cierta ocasión a Vicente Hidalgo que debería sugerir a todos los miembros de la Banda de la Existencia más Fuerte que aprovechen el pisco “Demonio Invisible” mientras puedan. Y eso hacían. Con la fe y la esperanza de los que tienen una misión en la vida. Más tarde Vicente Hidalgo se enteró que el científico de Flandes tal vez no era una persona intachable. Era profesor de matemáticas avanzada para profesores de matemáticas avanzada. Cuando concluía su labor magistral en los claustros académicos se dirigía con paso cansino al “Carnero Sonriente”. Y allí, sentado en una mesa del fondo, rodeado por una nube de humo, consumía una tras otra 7 copas de pisco “Demonio Invisible” bien colmadas. Luego empezaba a quejarse de la escasa ambición de sus discípulos. No se puede edificar una civilización, explicaba. Horas después se perdía en la noche, tal vez en busca de otra cantina de nombre ignoto. En aquellos tiempos en Arequipa abundaban bares con nombres como “Todos vuelven”, “El cráter”, “Caos” “Quintinol”. Pero la tragedia llegó porque es parte de la estructura de lo real. Una noche el cónsul general de Flandes en Arequipa recibió una llamada. El matemático había sido detenido en la comisaría de Palacio Viejo acusado de actos reñidos con la moral. Una india recién llegada del valle del Colca era la agraviada. La indígena sentó la denuncia reportando que cuando se dirigía hacia la calle Alto de la Luna el gringo se le acercó con sigilo sin par. Y la empujó. Presionó su cuerpo contra el suyo. Sus partes contra sus partes. Riendo estentóreamente. Fue en ese instante cuando el Dios que mora en el templo de Yanque envió un emisario. Luego trascendió que el comandante de la comisaría de Palacio Viejo escribió en algo en su diario.

    Página escrita por el comandante de la comisaría de Palacio Viejo
    Muchas cosas ocurren en una ciudad tan vasta como Arequipa. Muchas cosas han ocurrido desde el principio de los tiempos. Muchas cosas han ocurrido desde que algo provocó que la compacta naturaleza de “Lo único” estallase provocando la estrepitosa condición de “Lo Múltiple”. Siempre he sentido un impacto profundo ante el espectáculo de los seres y las cosas afanados por llenar el espacio, por acabar con el silencio. Nostalgia de la totalidad. Nosotros: los árboles, los tigres de bengala, los peruanos. Nosotros: los hongos de las uñas, los organismos unicelulares, las células mutantes. Nosotros: las chispas de electricidad. Nosotros: los furiosos y radioactivos. Pero nosotros, todos nosotros, somos el rebaño de Dios. Y por alguna razón Dios responde a comandos (dictados por sí mismo) que lo obligan a provocar grandes eventos, conflagraciones, sucesos insólitos, llamaradas, bolas incandescentes, aguas turbulentas, pero también él, el magnífico, el laberintoso, siente un paradójico amor por el silencio, por la inmovilidad. Eso me reveló aquella mañana el arcángel cuando apareció en todo su esplendor en mi humilde comisaría.

    domingo, septiembre 25, 2005

    Fotos de mis exs desnudas

    Cuando era adolescente conseguí una vieja Yashica para tomar fotos de mi enamorada. Estaba dormida. El primer amor nunca se deja tomar fotos calata. Ella estaba sobre la cama con la cara apoyada en la almohada y la pierna derecha torcida. Posición clásica que permitía vislumbrar sólo uno de sus senos, pero sí, con pasmosa claridad, la confluencia de líneas en la parte inferior de su trasero. ¿Se dice trasero o poto o culo? La amada inmortal sólo puede tener un hermoso trasero.

    A mi segunda novia le gustaba tejer. Tejía prendas que nunca terminaba con lana de colores. Yo la agarré cuando estaba tejiendo sentada en la cama. Uno de sus pies se apoyaba en un mueble circular (de esos que se colocan frente a los tocadores) y la rodilla ocultaba al ansioso lente su sexo aún húmedo. Y su antebrazo derecho atesoraba sus pechos. Sólo se podía admirar el pezón izquierdo. No era el mejor de sus pezones, pero fue todo lo que pude conseguir con aquella vieja cámara.

    A mi tercera novia le encantaba la idea de posar desnuda porque era una morena completamente salvaje. Cuando vio la cámara se fue rápido a la otra habitación y me gritó preguntándome por su bolso. Luego regresó apurada con su lápiz labial, con su rouge, con su pintalabios, y fue hasta el viejo televisor de 24 pulgadas y escribió en la pantalla: "Loquito". Entonces se recostó. Su largo y enredado cabello caía como una catarata por un lado de la cara y llegaba hasta su pecho. Se podía apreciar claramente ambos pechos, el ombligo, y el triángulo oscuro de su sexo. Pero lo que me encanta de esa foto es el ángulo que se produce en su cintura. Desde su axila se precipita una línea recta que alcanza la cintura y, luego, se desplaza una curva maravillosa que dibuja las caderas e incursiona en el muslo. Esa mujer era feliz. No sé por qué se fue. Siempre estaba preguntándome ¿En qué piensas?

    Mi cuarta novia fue un hallazgo. Estuve a punto de caer de rodillas y elevar una plegaria. Ella me alimentaba. Era una mujer sustanciosa. Había ido a la playa y estaba tostada por el sol. Alzó los brazos y clic. Su rostro brillaba, sus ojos oscuros brillaban, su sonrisa era plena. Y sus pechos grandes y blancos parecían un antifaz sobre el resto de la piel oscura.

    Con la quinta no sé exactamente cómo me fue. Tal vez hasta estuve a punto de tener hijos y de llevarla al altar. Era una de esas mujeres fuertes y sensatas que a uno lo hacen sentirse completamente inmaduro. Luego del amor se metió al baño a hacer pis y yo calculé cada segundo, y abrí la puerta violentamente, y tomé la foto. Ella tuvo tiempo de alzar su dedo medio, y de imprimir su mirada más imperturbable. No se podía ver nada especial, sólo el punto de inflexión entre su torso y sus extremidades. Y la cortina de baño, claro, a su lado. Una cortina a rayas que recién había comprado.

    Mi sexta enamorada fue una linda chica. No quiso posar desnuda, pero aceptó ponerse una blusa de seda que permitía vislumbrar sus senos. Unos pechos perfectos y pequeños. El perfil del derecho aún me conmueve, visto a contraluz.

    La sétima era una de esas damas que tienen arte moderno en la cabeza. Pegó algunas figuras en la pared, y pintó signos con una brocha. Luego se paró, muy erguida, frente a la cámara. Su cabello lacio caía por ambos lados y su mano izquierda, como una concha marina, ocultaba su sexo. Su brazo derecho, doblado, formaba un triángulo con el codo apuntando hacia un punto remoto.

    Me octava novia me llenaba la vida de alegría. Simplemente se sentó en la cama y mostró su sonrisa. Se ve todo. Sus piernas estaban abiertas, además.

    sábado, septiembre 24, 2005

    Ojito de caramelo


    Kate O’Brien es una fotógrafa australiana enloquecida por el color. Eladio, el crítico, hubiese dicho en su discurso: “Sus fascinación por el “golpe de vista” de la estética payasesca se une a una exploración de la fibra infantil de su alma que disfruta “interviniendo” muñecas”. Encontré su trabajo explorando en flick.com, ese sitio alucinante. Ver en eyecandyforthebrokenhearted

    La herida más hermosa del mundo

    El gesto de sorpresa ante el fenómeno de la existencia tiene muchas formas ¿Entre tantas opciones por qué un genio de provincias eligió la i...