viernes, junio 30, 2017

La estrategia del decir





Los directores de cine suelen enfrentar el rodaje de una película creando escenas con actores, un director de arte, el atrezzista, el maquillador, etc. Pero la cineasta Karina Cáceres tiene una manera diferente de hacer las cosas. Ella es una cazadora. Avanza sigilosamente con su mochila, su libreta de notas, su cámara. Las escenas significativas viven emboscadas en el mundo salvaje de la vida real y ella divisa, apunta y dispara. Sale de viaje cada vez que puede y acumula sus presas hasta que llega un día soleado en que siente que puede emprender la aventura mayor. Se encierra entonces frente a la ciclópea pantalla de su iMac y toma las decisiones. La diferencia entre un artista talentoso y uno fastidioso está principalmente en las decisiones que toma. No solo en lo que escoge poner, sino principalmente en lo que escoge no poner. Y también en el preciso lugar, en el ángulo de rotación exacto de cada imagen. Por eso Karina Cáceres tiene un instinto muy agudo, un olfato, para aquilatar el potencial visible (e invisible) de cada elemento de su obra. Karina Cáceres ha diseñado Bajo la influencia, su primer largo, con una actitud más cercana a la de los poetas o de los músicos, aunque dada su estética extremadamente visual, sin duda los artistas abstractos y hasta los conceptuales son una referencia fundamental.
Lo primero que llama la atención de esta cinta es su tajante desconfianza en el potencial expresivo de la anécdota. No seduce al espectador con un relato planteado con un explícito y siempre hipnótico esquema de exposición nudo y desenlace. No adereza diálogos e hilvana plots y subplots para conducirnos por una fábula. La estructura de Bajo la Influencia es más bien geométrica, con zonas pulcramente trazadas. Arranca con gran dinamismo porque empieza una trayectoria. Corren los trenes, vuelan los aviones, ruedan los carros y, como un guiño risueño, vemos las coloridas zapatillas de la realizadora. Y cada imagen, cada escena, se presenta en un punto gravitacional en el que lo principal y lo subalterno luchan por dilucidar una duda. Pareciera que toda la película está al servicio de cada escena a diferencia de la convención que establece que cada escena está al servicio de la lógica del todo. Esa subversión hace que esta película presente un valioso desafío al espectador que, de esta manera, tiene la oportunidad de vislumbrar el potencial evocativo en imágenes de simple belleza.
Bajo la influencia es además una película que ha instrumentalizado con virtuosismo la banda sonora. Los temas compuestos por Omar Garaycochea sirven como aglutinante y como elemento propulsor en las zonas dinámicas, pero cuando son reemplazados por sonido ambiental o por el impactante silencio se crea el énfasis en lo simple, en lo sutil, en lo que podría ser imperceptible. De esta manera Karina Cáceres maneja la tensión entre la dinámica y la contemplación, entre la acción y la fascinación, con un lirismo casi melancólico, manejando una mirada escueta. Y al final, cuando se apaga la última imagen, uno no puede dejar de asombrarse con esta realizadora que afanosamente busca en sus excursiones la palabra precisa para el urgente discurso de su espíritu.


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