jueves, octubre 04, 2012

Bonito, todo me parece bonito


La belleza es el enemigo de la expresión. Eso fue lo que dijo el notable violinista Christian Tetzlaff a un grupo de estudiantes. Supongo que se refería a que el preciosismo satura la oreja y no permite explorar zonas más hondas de la topografía del alma. Hace un par de días volví a ver “El árbol de la vida”, la aclamada película de Terrence Malick, y la cosa estuvo clara: tanto caramelo para el ojo no le hace bien al ojo. A pesar de que ese film tiene una ambición que conecta el drama íntimo con la conflagración cósmica el abuso de imágenes de axiomática belleza nos retrasa, nos empantana, nos impide alcanzar la trascendental meta perseguida. El final, en particular, resulta emético en su aparatosa espiritualidad. 

Ilustración: Irving Penn - Miyake Sunglasse. Lars Hall collection.

La herida más hermosa del mundo

El gesto de sorpresa ante el fenómeno de la existencia tiene muchas formas ¿Entre tantas opciones por qué un genio de provincias eligió la i...