Cuenta Vila
Matas que en el libro Artistas sin obras (1997) de Jean-Yves Jouannais se
menciona a un tal Firmin Quintrat. Este joven emprendió un viaje alrededor del
mundo con el minucioso objetivo de asimilar rostros. Registró miles. En
determinado momento escribió a su hermano que por fin se había convertido en
artista. Especificó que su obra no iba a estar compuesta por acuarelas,
estatuas o poemas. Su obra era su mirada. En consecuencia resultaba forzoso hacer los arreglos para que aquellos
ojos que habían visto tanto sean expuestos en sendos frascos transparentes.